CÓNCLAVE APOSTÓLICO (34)

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¡Alabado sea Jesucristo!

 

Ciudad de México, Noviembre 17 del 2016.

 

Veritelius de Garlla, Apóstol Gentil.

(34)

 

Hierosolyma, Provincia de Iudae 

Iulius XXIV

 Año XX del Reinado de Tiberio Julio César

 

CÓNCLAVE APOSTÓLICO

La reunión será en el Cenacûlum, un lugar ‘sumamente especial’ para Los Doce, según me han informado; en esa habitación, que es toda la planta superior de un domus propiedad de José de Arimatea en Hierosolyma, tuvo lugar la última reunión de los Apóstoles con el Divinus Rabbuni Iesus Nazarenus, el Christus, con lo que entiendo la relevancia que ellos han querido dar a nuestro encuentro.  Me han pedido que asista vestido de civilis y con la cabeza cubierta, en razón de la ‘santidad del lugar’, por lo que iré de túnica y toga largas, para tal efecto.  Así es, ‘al lugar que fueres, haz lo que vieres’.  Otra cosa que me han solicitado, es que no hay registro escrito de nuestra reunión, ni oficial ni extraoficial; que no forme parte de los acontecimientos del Imperio.  Así será; quien la registre no será porque yo lo haya pedido.  Ni siquiera voy armado, Tadeus permanecerá a la entrada del Cenacûlum, pues no participará en la entrevista, y mi escolta resguardará el lugar por fuera del edificio.  Ya veo que también Los Doce tiene sus condiciones, eso me gusta, denotan organización, respeto y orden.

 

En razón de ser de los acontecimientos más recientes, con los cuales uno se gana enemigos entre propios y extraños, he ordenado un dispositivo  de seguridad por todos los lugares por los que yo pase y esté; hay una Centuria de hombres especializados apostados para esos efectos; a nadie quiero dañar, pero así, ni ellos ni nosotros seremos blanco fácil de atentados personales de extremistas o fanáticos, que entre romanos y iudaicus estos pululan.

 

Soy muy afortunado, pues compartiré el pan y el vino del primer alimento del día, un ientaculum privâtus, con lo que estoy empezando a considerar como ‘el grupo de humanos con más  influencia social en los próximos años’; y no es para menos esa clasificación, pues en solo algunos meses han logrado reunir miles de discípulos, prosélitos, seguidores y simpatizantes, que ya son una voz por atender en el Imperio; si parece exageración, heme aquí para explicarlo y afirmarlo.  Quesos, panes, frutas y mustum para beber, eso es lo que he mandado; somos muy pocos, pero sobrará para que coman cientos.  Lo mejor que había de esos alimentos en la Fortaleza Antonia, se ha venido para este lugar.

 

Cuando yo arribo, en punto de la segunda hora del día como me habían dicho, ellos ya están en el lugar; pero no están todos, para sorpresa mía, solo seremos siete (otra vez el numerito): Simón, Petrus, al que ellos distinguen como cabeza del grupo; y su hermano Andrés; Santiago y Judas, los parientes de Iesus Nazarenus, Juan el hijo de Zebedeo; y Mateo.  En el salón, que es bastante espacioso, no hay nadie más.  He sido recibido por José de Arimatea, quien me ha conducido personalmente al Cenacûlum y quien me ha informado los detalles; sin embargo, él mismo no estará allí. 

Esto todavía habla mejor de ellos, tienen una Jerarquía máxima a la cual, aún los más pudientes, no pueden entrar o ser distinguidos con su pertenencia.  Bien, muy bien, esto me gusta.

 

Hay una gran mesa circular en uno de los extremos del salón, a la que están dispuestas siete sillas solium, más bien de estilo egipcio que romano; no tienen descansa brazos y el respaldo es muy alto.  Ellos están de pié en el lado opuesto del lugar como en formación: tres adelante y tres atrás; los de adelante son Petrus, al centro, Mateo a su izquierda y Santiago a su derecha; atrás están Judas, Andrés y Juan.  Debo suponer que también esto tiene un gran significado, así son los iudaicus, a todo le ven algo más.

–        ¡Shalom Veritelius, La Paz esté contigo! me dice el impresionante Apóstol Petrus, de quien emana una ‘fuerza muy especial’; más joven que Mateo, tan alto y robusto como yo, de barba y pelo rizados y abundantes; de piel tostada por el sol y de caminar erguido y seguro.  Realmente no sé cómo contestarle y solo alcanzo a repetir su saludo.

–        ¡Shalom, Apóstol Petrus!, me honro en saludarle personalmente; le digo.

–        Mateo nos ha comentado de su maravilloso encuentro, que por Gracia del Señor se ha dado entre Ustedes hace dos días.  Nos agrada mucho tu presencia en esta Santa Ciudad de Yerushalayim, pero más nos alegra la razón de la misma. ¡Alabado sea el Señor!; dice el hombre en un latín perfecto y con tal reverencia que hasta me conmueve.  No sé si como ha dicho Mateo (cuando cenamos juntos), él habla en arameo y yo oigo en latín por obra del Sanctus Spirîtus, o este hombre ya aprendió nuestra lengua; pero además, muy bien.

Nadie se ha movido, ni siquiera Mateo; Petrus está un paso o dos delante de ellos, quienes atentos esperan su turno.

–        Sí, le digo, ha sido una gran oportunidad el que nos hayamos podido reunir y manifestarle mis planes dentro del “Christus Mandatus”.

–        Ah!, sí, tu “Christus Mandatus”, Veritelius, porque el Verdadero Mandato de Cristo, ese ya ha comenzado de parte de todos nosotros; ahora que como nuestro Hermano Mateo Apóstol nos ha dicho, puede unirse a él un “Apóstol Gentil” para su mayor engrandecimiento.

–        Qué bueno que lo piense así, Apóstol Petrus, sin embargo, yo no sería digno de ser llamado de esa forma.

–        Pues dejemos la dignidad al único que le pertenece y puede otorgarla; nuestro Señor Iesus Christus. Ven te presento a los demás que no conoces; me invita el hombre.

A cada uno presenta, con nombre, genealogía y origen; como queriendo imitar las romanas costumbres de identificación personalizada. Todos muy jóvenes, tanto, que Juan y Andrés ni barbados son por cuestión de su edad.

–        Solo a nosotros nos has encontrado en Yerushalayim, pues todos los demás han partido para muy diversos lugares: Santiago el hermano de Juan se ha ido a Hispania, en donde fundará una congregación, en virtud de los muchos prosélitos que allá viven; Felipe y Tomás están en Antioquia de Siria, para hacer lo propio; Matías y Natanael ahora se encuentran en Cafarnaúm; y Simón de Caná ha ido a Chipre.  De los que hoy nos encontramos aquí, algunos pronto partirán, también.  Pero pasemos a la mesa a degustar las exquisitas viandas que nos has obsequiado, que se ven maravillosas, Veritelius y las agradecemos todos.

 

Como ya lo aprendí, ni me siento ni me muevo; el Apóstol Petrus dispone mi lugar, a su derecha, y todos los demás se distribuyen en las sillas restantes, quedando Mateo a mi derecha también.  Todos colocados ya, el Sanctus Apóstol inicia la bendición de los alimentos y al final decimos todos a  coro ¡Amén!  Ahora sí, como habiéndose dado una señal, todos empiezan a hablar, primero solo preguntas y comentarios sobre mis respuestas; y después a decir sus propias impresiones sobre el Evangelio de Iesus Nazarenus.  Todos parecen muy animados con el proyecto de que escriban y podría resultar algo verdaderamente grande, pues sus conocimiento son por demás vastos.  Juan es el más reservado de ellos, habla poco y cuando lo hace es muy certero en sus señalamientos.  Así son los mejores escritores que ha dado la humanidad, callados pero precisos; los grandes oradores frecuentemente son malos para sentarse a escribir; aunque, por supuesto, hay excepciones.

 

Todos comen con una propiedad impresionante, toman los alimentos con gran cuidado, cortan la fruta y el queso en pedazos pequeños; y el pan, casi se puede ver que lo ‘acarician’ con sus manos.  De Mateo no dudaría esos modales, pero de Andrés, Juan y Petrus, que hace tres años eran pescadores (quienes no se distinguen por sus buenas costumbres); parece increíble que ahora tengan tal delicadeza, sin lugar a dudas, Iesus Nazarenus era un Rabbuni Magno.  En esos detalles estoy pensando, cuando la voz de Simón, Petrus, me devuelve al sitio:

–        Veritelius, en la cultura y costumbres de nuestro pueblo escribir no es algo que cualquiera pueda hacer; sin embargo, tu idea de narrar por escrito el Ministerio del Mashiaj y luego esto darlo a conocer leyéndolo en todas las comunidades con prosélitos y creyentes, parece una buena idea; sin embargo, hemos pensado que de inmediato habrá que solucionar algunos problemas; por ejemplo:

      -¿Cómo saber que lo escrito es de quien dice ser? Porque puede haber    extraños que escriban cosas contrarias a lo dicho por nuestro Señor Iesus        Christus.

      -¿Cómo estar seguros de que las traducciones a otras lenguas no cambien         el sentido del decir original? Ya que ciertamente no todos los idiomas son   iguales en su construcción.

      - Y por último, ¿cómo realizar la distribución y custodia de las copias que          se envíen a los lugares seleccionados?

–        Le respondo cada cuestionamiento, Apóstol Petrus:

      Sea que fuere o no costumbre de los iudaicus, Ustedes son ‘de otro tipo’,            no tan solo porque la gran mayoría son ‘galileos’, sino porque sus    enseñanzas no se limitan a la Ley y los Profetas, sino que predican otras           formas de comportamiento, de esperanza y de entrega. 

      Luego entonces, no tienen que ser como sus ancestros inmediatos o          remotos, sino que han de instituir nuevas costumbres que incluso ayuden    a diferenciarles de los otros.  Así que, un ministerio escrito sería del todo   diferente que el oral que se enseña en la Yeshiva y en las Sinagogas.

 

            ¿Cómo saber que lo escrito es de quien dice ser?  Desde hoy lo podemos             definir; solo Los Doce Apóstoles (o quien ellos designen están autorizados   para escribir; a contrario sensu, el tal escrito o discurso se toma por falso       o apocryphus y se hace saber a todas las comunidades el hecho;

           

            ¿Cómo estar seguros de que las traducciones a otras lenguas no   cambien el sentido del decir original?  Yo cuento ya desde hoy con los        mejores scriptôris con que cuenta el Imperio, y si hubiese mejores los   incorporaría al “Christus Mandatus” de inmediato.  Además, algunos de            los suyos podrían encargarse de esa labor, sin hacer más nada que ello.

 

      Y por último, ¿cómo realizar la distribución y custodia de las copias que            se envíen a los lugares seleccionados? Eso, mi querido Apóstol Simón   Petrus, es lo que con más garantía podría yo ofrecer que se hará bien; eso             es lo que yo haré personalmente.

 

–        Bien, Veritelius, muy buenas respuestas, pero hay otro ‘pequeño’ problema; Usted está hablando de un Ejército de Especialistas a los cuales hay que dar un techo, alimentar y vestir y nosotros no tenemos recursos para ello.

–        Sí los tiene, Apóstol Petrus; yo soy sus recursos.  Así lo ha dispuesto nuestro Divi. . . nuestro Imperator Maxîmum Tiberius Iulius Cæsar y así se hará.  

 

Y me levanto al instante, para removerme el manto y quitarme la cathafracta de cuero que llevo ceñida al torso encima de la túnica, la cual en su interior está recubierta con una tela que esconde mil ‘aureus’ sujetos a ella que cumplen dos funciones: una, protegerme de agresiones (finalmente es un metal, blando pero al fin metal) y otra, contar siempre con suficiente dinero para lo que pudiera ofrecerse, como en este magnífico momento.  Los seis hombres no caben en sí de la sorpresa y algunos hasta exhalan expresiones de admiración

 

–        Oh!, pero eso no lo podemos aceptar nosotros, Veritelius, dice Petrus.

–        Claro que puede Apóstol Petrus; nadie le niega a nadie, y menos al César, hacer un bien en su Imperio; ni siquiera Ustedes, porque el bien es lo que hay que buscar hacer siempre. ¿No es así?

–        ¡Alabado sea el Señor Iesus Christus!, exclama el buen hombre, ¡Este nuevo ‘Apóstol Gentil’ que Él ha escogido, es más testarudo que Simón de Cafaraúm! Y todos reímos de buena forma, por su alusión a sí mismo, la que me explican con varias anécdotas sobre Simón, Petrus.

–        Apóstol Mateo, me vuelvo a ver al joven, menos que los demás pero mucho más joven que yo, y le digo: Usted ya tiene experiencia en ‘administrar’ recursos del Imperio, Leví Hijo de Alfeo; y le hago entrega de mi cathafracta, provocando una nueva risa de todos.

–        Ciertamente que no era en ese sentido mi comentario, Veritelius. . . quiere decir algo el Apóstol Jefe, y le interrumpo yo para decir:

–        Y yo lo sé Apóstol Petrus, pero como Usted lo ha dicho, yo tengo ‘mi propio’ “Christus Mandatus”; así que, Usted dedíquese al suyo, que yo velaré por el mío. Y todos volvemos a reír por la ocurrencia.

–        Yo sabía que solo éramos Doce Apóstoles, les dice a todos los demás, pero ya veo que El Señor tiene como siempre, ‘otros caminos’.

–        Así es, Apóstol Petrus, y seremos más todavía; estoy seguro de ello.

 

Lo siguiente es tiempo de oír sus magníficas narraciones acerca del Ministerio, Enseñanzas, Vida y Milagros de Iesus Nazarenus, quien para ellos es Christus, Redemptorîs y Mashiaj de todo el Mundo.  Podrían durar horas, pero yo tengo que regresar a Cesarea de Palestina y en punto de la sexta hora del día nos despedimos, dejándoles clara la mejor forma de comunicación entre nosotros: misivas enviadas por mensajeros de César. 

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Afectísimo en Cristo de todos ustedes,

 

Antonio Garelli

 

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Solo por el gusto de proclamar El Evangelio.



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