CON EL APÓSTOL JACOB EN HISPANIA (43)

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¡Alabado sea Jesucristo!

 

Ciudad de México, Enero 19 del 2017.

 

Veritelius de Garlla, Apóstol Gentil.

(43)

 

Tarraco, Provincia de Tarraconensis, Hispania

Septembris IX

Año XXI del Reinado de Tiberio Julio César

CON EL APÓSTOL JACOB

El hombre es del tamaño de un oso germánico: alto, corpulento, velludo y fuerte; tiene los ojos más grandes y profundos que yo haya visto; el pelo y la barba son de tal forma rizados, que hacen bucles por doquier; y sin embargo, reluce de limpio y bien cuidado; nadie diría que hace cuatro años era un pescador en el Lago de Tiberíades.  La voz, más que un sonido es un estruendo, pero agradable y lozana; habla con toda propiedad y parsimonia, sin cometer un solo error en su decir.  Ha llegado al Palacio del Procurador en Tarraco acompañado de Camilus Méver, mi emissarii para él, en punto del mediodía, como habían dicho.  El joven Apóstol viste su clásica túnica israeli de algodón crudo, con mangas largas y anchas, sobre la cual lleva un manto iudaicus con franjas en los bordes, parecido a nuestra toga romana.  Camilus, que es un hombre bastante alto y fuerte, parece un esbelto patricio a lado de Jacob.

Hemos dispuesto para nuestra reunión un gran espacio en la parte superior del Palacio Pretoriano, que tiene una hermosa pérgola de vides que nos cubrirán del sol, amén de deleitarnos con sus exquisitos aromas.  Los que esperamos somos más de cincuenta personas, pues (cosa rara en ellos), se nos han unido los Rabbuni de las sinagogas de Barcino, César Augusta y Valentia; ya que todos quieren conocer al Apóstol de Iesus Nazarenus, quien normalmente discurre su tiempo entre Iria Flavia y Tarraco.  Además están los terratenientes de casi toda Hispania, pues la visita del Tribunus Legatus siempre ha de ser atendida; bien por amistad, bien por conveniencia, pero allí hay que estar.  Justo al momento de su entrada, me pongo de pié y me encamino a recibirle:

–        ¡Amado en Iesus Christus, Apóstol Jacob; en un altísimo honor poder saludarle personalmente! ¡Reciba también el sincero saludo de nuestro insigne  Emperador Tiberius Iulius Cæsar!

–        ¡Shalom, Veritelius!  ¡Que la Paz de nuestro Señor Iesus Christus, esté contigo y con los que te acompañan!, responde con su sonora voz el Apóstol en tanto nos abrazamos cordialmente. ¡Qué maravilloso es ver reunidos a todos los hombres que ostentan el poder en Hispania!, me dice mientras nos acercamos a donde se encuentran los demás; y ya allí exclama el hombre con gran fogosidad: ¡¡Veritelius de Garlla, Tribunus Legatus del Imperio Romano, debes estar muy orgulloso; pues todos estos han venido por verte a ti, pues a mí me han estado evitando todo el tiempo que les he buscado!!, ciertamente, muchos, hacen cara de admiración.

–        ¡Por supuesto que no!, Apóstol Jacob, respondo en disuasión evidente, el Invitado Especial es Usted, Jacob hijo de Zebedeo!

–        Tú eres un buen hombre, aún para ellos; no así yo, Veritelius.  Pero el Señor hace posibles todas las cosas y esta oportunidad no la puedo perder; concluye jocoso el doble gigante.

–        Permítame presentarle a todos Apóstol Jacob; le digo de inmediato, pero él me detiene del brazo, y con una franca y gran sonrisa me contesta casi infantilmente:

–        ¡No te preocupes, Veritelius, les conozco a todos! E inicia la salutación personal de cada uno, mencionando su nombre y lugar de donde proceden; y saludando de acuerdo a sus propias costumbres, bien sean: Iudaicus, Galos, Tangerines, Mauritanios o Cartagineses; y aún Romanos.

Las expresiones de todos, absolutamente todos los que nos encontramos en el lugar, son de total admiración por el singularísimo personaje que hemos recibido.  A mí casi se me han salido las lágrimas de los ojos por la emoción, ante la abrumadora presencia de un Apóstol de Iesus Nazarenus; creo que cada vez entiendo más de qué se trata en realidad el “Christus Mandatus”.  Acto seguido, el avezado galileo toma la palabra y dice:

–        Ahora, hermanos todos, escuchemos a Veritelius de Garlla, que tiene un gran mensaje para nosotros. Yo, al igual que todos los demás estoy impactado ante la ‘magia’ que el sanctus hombre tiene; y tomando aire para empezar, les digo:

–        ¡Ave Tiberio Iulius Cæsar, Imperator Maxîmum!, impongo la voz casi desahogándome de la presión que Jacob Apóstol ha creado.

–        ¡Ave César!, me responden todos.

–        En efecto, bien ha dicho nuestro ilustre invitado, hay grandes noticias que debo darles respecto de un ‘Proiectus’ de nuestro Amado Emperador; al cual él mismo ha llamado “Christus Mandatus”, que consiste en tres puntos fundamentales, lo cual le leeré de las mismísimas palabras de Tiberio César:

            Primero-        que revises la legalidad del ‘Juicio’ efectuado por Poncio                                      Pilato; lo dictamines y concluyas si procede o no; y                                                 castigues con el máximo rigor de nuestras Leyes la culpa-                                            bilidad de los actores romanos y judíos en el asunto.

            Segundo-       que contactes a los llamados ‘Discípulos’ del Rabbuni, que                                                hables con cada uno ellos y les asegures la intervención                                         interesada del Emperador en este asunto.

            Tercero-        y éste es el más importante, que dejes constancia escrita de                                                tus investigaciones para la posteridad; para que se vea que                                               Roma pudo haberse equivocado en la persona de su repre-                                              sentante, pero que corrigió en aras del Honoris, Legis,                                       Iustitia, que son nuestras máximas de existencia.

            Hasta aquí el texto de autorización del Christus Mandatus del César.

Lo siguiente es reseñarles los acontecimientos de los últimos sesenta días de nuestro trabajo y el avance que se ha logrados en cada uno de los puntos mencionados.  Todos han estado inmóviles y atentos a mis narraciones sobre lo ocurrido en Apollonia, Alexandria, Cesarea de Palestina y Hierosolyma, así como el regreso a Capreæ; inclusive el Apóstol Jacob.

–        Por lo tanto, le digo a todos para concluir, es obligación de todo Ciudadano y Súbdito Romano, cumplir y hacer cumplir cuanto nos dicta el “Christus Mandatus”, al que estamos todos comprometidos, más aún si formamos parte de la élite de cuestura, pretura o consulado del Imperio Romano. 

      He dicho, y en mi decir ha hablado Tiberius Iulius Cæsar, Imperator        Maxîmum. ¡Ave César!

–        ¡Ave César!, responden todos a coro.

–        ¡Hallelu ya, Iesus Christus!, se oye la profunda voz de Jacob Apóstol, quien sin solicitar permiso, sabiéndose preferido del anfitrión, inicia un rezo en perfecto latín, que dice:

                  “Pater noster, qui es in coelis:

                  Santificetur Nomen Tuum.

                  Adveniant Regnum Tuum. 

                  Fiat vountas tua, sicut in coelo, et in terra.

                  Panem nostrum cotidianum da nobis hodie.

                  Et dimitte nobis debita nostra,

                  Sicut et nos dimittimus debitoribus nostris.

                  Et ne nos inducas em tentationes.

                  Sed libera nos a malo.

                  Amen.”

      Amadísimos todos en Iesus Christi; nuestro querido y mutuo amigo,          Veritelius de  Garlla, me ha pedido que en muy breves palabras narre a     Ustedes lo sucedido en la Vida Gloriosa de Iesus Nazarenus, el Hijo de   Dios, entre nosotros; solo les diré lo más importante de su Evangelio, de       la Buena Nueva que debe ser predicada a todas las naciones. Agradezco            sinceramente a Veritelius esta magnífica oportunidad.

Por supuesto, yo jamás le dije eso; las únicas palabras que le he dirigido son las de nuestro saludo hace unos momentos.  Pero este hombre es tan increíblemente hábil, que ha puesto palabras en mi boca que le favorecen a él del todo, y me ‘comprometen’ a mí; pues todos darán por hecho que cuanto él diga, yo lo secundo y apruebo.  Sanctus Spirîtus, El Paráclito, eso es; allí está su Divina manifestación en Jacob Apóstol: en la oportunidad, en la sagacidad, en el bien decir y el bien actuar del hombre.  Ya lo voy conociendo; exactamente igual ha sucedido con Simón de Cyrene; con Mateo, Petrus y demás Apóstoles.  ¿También debo reconocerlo en Tito y Gallio, mis ‘Apóstoles adolescentes’?

Cuatro horas ininterrumpidamente ha hablado Jacob Apóstol, y nadie se ha movido de su lugar original; algunos están sentados en la misma posición en su solium, que cuando empezó a hablar el Discípulo de Iesus Nazarenus.  Los sucesos que narra son bellísimos, además de que a él le emocionan hasta las lágrimas por su recuerdo; esto es de lo que debemos escribir: la vida, obra y milagros de Iesus Nazarenus.  ¡Qué mala decisión fue dejar a los scriptôris en Capreæ!  ¡Y solo por aliviar peso!  ¡Nunca más me ocurrirá esto, así pesen mil libras cada uno! 

El Procurador ha retirado en dos ocasiones al Maiordomus del Palacio Pretoriano, quien nos ha informado que la cena está a punto para ser servida; pero el hombre está tan interesado en la exposición que hace el Apóstol Jacob, que no quiere que sea interrumpido.  Me inclino un poco para preguntarle si ha previsto la estancia de todos, esta noche en el Palacio; y me responde que sí, que todos podríamos alojarnos es las habitaciones.  Eso estamos resolviendo, cuando el orador suspende su narrativa y nos dice:

–        La hora de los sagrados alimentos ha llegado; ¡y eso es algo que ningún romano perdona que pase!, dice en broma el ‘gigante’ ¡Así que, a cenar todo el mundo!  Culmina este galileo maravilloso, que sin tomar en cuenta <el protocolo, lo acaba de destrozar.

–        ¡Por favor, pasen todos; sigamos al Maiordomus!, les digo amablemente.

¡Los Rabbuni Iudaicus se van a quedar a la cena!, ¡con gentiles y todo!; esto sí que es para contarlo.  Tradiciones milenarias se están viniendo abajo; estos Apóstoles sí que tienen ‘un don Divino’; me consta.  Para todos hay lugar en la gigantesca mesa en ‘u’ que han preparado; no hay tricliniums (de acuerdo a mis instrucciones): silla solium para cada comensal, en una mesa con cabecera y brazos a dextra y sinistra; al centro de la cabecera, el honorable invitado de la reunión: el Apóstol Jacob, Hijo de Zebedeo, galileo y Discípulo de Iesus Nazarenus, el amo del “Christus Mandatus”.

–        Bendícenos, Señor Iesus Christus, y bendice estos alimentos que dados por tu bondad vamos a tomar; reza de pié el oriundo de Bethsaida, antes que nadie toque los alimentos.

–        ¡Amén!, respondemos solo los que ya sabemos el ritual; (y se siente uno tan bien de estar incluido entre esos, que quisiera que se repitiera).

La cena es realmente digna de la concurrencia, el Procurador de Tarraconensis se ha prodigado en la selección de las viandas y seguramente todos tendremos una buena oportunidad para deleitar el paladar.  Mañana seguiré con el joven Apóstol en las definiciones que sean necesarias de cara al “Christus Mandatus”.

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Afectísimo en Cristo de todos ustedes,

 

Antonio Garelli

 

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