HISPANIA Y JACOB APÓSTOL (44)

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¡Alabado sea Jesucristo!

 

Ciudad de México, Enero 26 del 2017.

 

Veritelius de Garlla, Apóstol Gentil.

(44)

Tarraco, Provincia de Tarraconensis, Hispania

Septembris X

Año XXI del Reinado de Tiberio Julio César

 

JACOB APÓSTOL E HISPANIA

 

Una de las cosas que más me intrigan, es saber la razón por la que el Apóstol Jacob haya escogido Hispania para Predicar el Evangelio de Iesus Nazarenus.  Allá en Hierosolyma todavía están la gran mayoría de Discípulos y Apóstoles; él sin embargo, ha decidido salir muy lejos de sus ubicaciones naturales para ejercer su labor.  ¿Por qué precisamente Hispania y no Macedonia o Achaia; o Asia Menor y Syria; o Ægyptus y Arabia; o la misma Italia o Gallia.  Entiendo que la Diáspora en la Península Ibérica es grande, pero no más que las anteriores que he mencionado.  Igualmente, me gustaría mucho saber cuáles son sus planes de evangelización.

 

He tenido un desayuno muy agradable con los tres Procuradores de las Provincias y sus Altos Mandos Militares; la reunión a girado en torno a la Pax Romana en estos lugares.  Aquí Astures, Cántabros, Castros, Béticos y Lusitanos siempre están dando trabajo extra a nuestras tropas, por lo que hay que reportar a menudo bajas en el Ejército Imperial destacado en la zona.  No obstante, bien puede decirse que en la generalidad los ciudadanos romanos y extranjeros viven una relativamente buena convivencia.  Por otra parte, en todas las regiones en donde pueden identificarse grupos importantes de Iudaicus de la Diáspora, éstos no se unen a los lugareños o nativos para luchar contra Roma, sino que en términos generales no luchan contra nuestras huestes; a diferencia de Palestina, en donde solo una gran campaña militar de exterminio (algo que en obvio de lo inconveniente del hecho, el Ejército desaprueba), podrá aquietarse a los insurrectos zelotes, apoyados indistintamente por Fariseos y Saduceos, según les convenga a las tres fracciones.  Con Pietralterra a cargo de las cuestiones militares, no habrá medias soluciones: o se aplacan ellos, o el Tribunus Legatus de Asia Menor los aniquilará.

 

Me informa Camilus Méver su estancia en Hispania durante el pasado mes, en ocasión de la localización del Apóstol Jacob, y me ha dicho cosas sumamente extrañas (que para ser sincero, con estos hombres a mí ya nada me sorprende), que son de tomarse en cuenta: Jacob de Bethsaida no tiene un lugar fijo; al contrario, ha decidido permanecer en constante movimiento y dejar plenamente establecidos a los discípulos que vinieron con él.  Hay uno en cada lugar importante: están en Tarraco, Barcino y Valentia en la Costa Balliaricum; igualmente en Bætica, están en Malaca, Hispalis y Corduba; en Lusitania se encuentran en Porto Cale y en Felicitas Iulia.  En el interior de Tarraconensis, hay uno en cada urbe: César Augusta, Logronium y Legio VII; él atiende personalmente Iria Flavia.  Dice Camilus que cada dos semanas cambia de lugar y que no sigue un itinerario fijo.

 

También me ha dicho el Centurio Méver, que a Jacob Apóstol le localizó en César Augusta y que cuando se vieron, en realidad fue el galileo quien le abordó, diciéndole: “– Tú debes ser Camilus Méver, el enviado de Veritelius de Garlla, ¿verdad?”; a lo que el otro no tuvo más que responder: “Sí, yo soy”; y pasarle mi mensaje escrito.  Le localizó en una taberna, cuando mi hombre se refrescaba del sol de mediodía, y le dijo: 

–        ¡Pues ya me localizaste y no te vas a quedar aquí sin hacer nada, ni me vas a andar persiguiendo sin que yo te vea!, además ya me hiciste peder un día de camino.  Nos vamos juntos a trabajar y cuando sea fecha de la cita estaremos aquí de regreso.

–        ¡Sí, Señor!, le dijo Camilus y se fueron de allí a Logronium en donde ni siquiera hay Sinagoga.

Galopa como un experto (por supuesto que aceptó el corcel que Camilus le llevaba); duerme como militar en campaña (una hora dormido y otra despierto); come como león, pero solamente algunas cosas, otras definitivamente no; y reza por horas durante sus ‘descansos’.  Se baña todos los días, aunque el agua esté tan fría como la nieve (cosa muy común en Iria Flavia), siendo también muy pulcro y cuidadoso con sus vestidos.  Jamás escribe ni siquiera un trozo de papiro, pero tiene una memoria impresionante.  Le acompañó durante todo el mes que estuvo aquí y lo presentaba como ‘su ángel guardián romano’; Camilus quiere saber qué significa eso. 

 

Todos hemos sido ‘tocados’ por estos extraordinarios hombres; esperemos entenderles cabalmente algún día; porque hoy, no les comprendemos.  Los enclaves Iudaicus de la Diáspora, son Bætica y la Costa Balliaricum; pero él le Predica el Evangelio a todo el mundo, sin importar su nacionalidad.  Esto sí hace una gran diferencia contra sus condiscípulos y los otros Apóstoles, quienes guardan recelos hacia los ‘gentiles’ o paganos, como ellos dicen.  Nuestra próxima reunión es en punto de la hora tercia, aquí en la biblioteca del Palacio Pretoriano; nadie le ha visto, y este, es uno de esos hombres que duerme poco.

–        ¡Shalom!, Veritelius; que la Paz de Christus esté contigo.  Me saluda el gran gigante que ha entrado al lugar sin hacer un solo ruido.

–        ¡Shalom!, Apóstol Jacob; ¿descansó Usted?, le pregunto por atención.

–        Sí, es muy fácil descansar en medio del cúmulo de comodidades de las que ustedes se rodean; esa cama es tan suave que uno podría quedarse días completos sin levantarse de ella; me dice el buen galileo.

–        ¿Ya desayunó, Apóstol Jacob?, le pregunto para prever el tiempo que podemos emplear en nuestra reunión.

–        Ya, ya lo hice; en este palacio el desayuno es como una cena, la comida debe ser como un manjar de fiesta; porque la cena de ayer, fue algo realmente desusado ¿cómo hacen para ingerir tanto alimento y vino y no caer al suelo convulsionados?

–        Realmente uno toma lo que gusta de los que le ofrecen, Apóstol Jacob; no tiene que comer de todo lo que le presentan en las viandas, solo lo que le agrada.  Además en pequeñas porciones siempre.  Le contesto.

–        Y, lo que sobra, ¿lo tiran, Veritelius?, me inquiere con insistencia.

–        No Apóstol Jacob, en estas cenas nada se desperdicia; todo en absoluto se consume, ni siquiera es alimento de animales.  Solo seres humanos comen cuanto aquí se prepara para los comensales invitados; salvo por el lugar en donde nosotros cenamos y ellos lo hacen, la comida es el mismo festín para unos que para otros. Le explico su duda; y de repente, sin mediar ningún otro comentario me dice:

–        Nuestro Señor Iesus Christus, te ha encomendado una gran labor, Veritelius; algo sumamente importante para la difusión de su Evangelio; a ninguno de nosotros nos habría encomendado esto, pues Él, que sabe todas las cosas, habrá pensado que no éramos nosotros los indicados para ese trabajo; por eso te ha escogido a ti.  ¿Entiendes esto, Tribunus?

–        Perfectamente, Apóstol Jacob; tan lo entiendo que estoy dedicado en cuerpo y alma a esta importantísima labor. Le digo.

–        No, no  me has entendido, Veritelius de Garlla;  Yo no me refiero a lo que Tiberio César te ha encargado, esto que ustedes tan irreverentemente llaman el “Christus Mandatus”; no, eso no es de lo que yo estoy hablando.  Yo no me refiero al Honoris, Legis, Iustitia, que ayer tan admirablemente les manejaste a todos los concurrentes; ni al juicio que le haz hecho a Poncio Pilatus, que bien merecido se lo tenía; ni a la Pax Romana que nosotros, iudaicus, podamos ‘disfrutar’ al amparo del Imperio Romano.

      Me refiero a TU labor muy personal que has de realizar.  Iesus Christus demandará de ti una entrega más que total, demandará una entrega     incondicional; no se trata de que hagas ‘todo lo que esté en tu poder     hacer’, Veritelius, se trata de que ‘hagas aún lo que no quieras hacer,       cuando debas hacerlo’. 

      La naciente Iglesia, Tribunus Legatus, se desarrollará bañada en sangre            de mártires; algunos propios, otros extraños; algunos conocidos, otros        desconocidos; algunos en la Fe del Evangelio, otros sin saberlo; y TÚ,   Veritelius de Garlla, tendrás que sortear su devenir, el crecimiento de   la Iglesia de cara a Christus, no en pos del César. 

      ¿Cómo vas a impedir que alguien sea martirizado en un lugar si no          puedes estar con todos a la vez? ¿Habrá un ‘ángel guardián romano’         para cada Apóstol y para cada discípulo de Iesus Nazarenus? ¿Todos      traeremos nuestra ‘escolta’, a la que habrá que matar primero para       después matarnos a nosotros?

      No, Veritelius, nada de eso podrás impedir, ciertamente.  El Señor no       quiere ni tus haberes, ni tus poderes (ambos muy limitados en           comparación con el Reino de los Cielos);  Iesus Christus lo que quiere es             tu voluntad, la entrega TOTAL a sus ‘mandatus’, sean cuales fueran.

–        Pero, Apóstol Jacob, ¿qué me puede pedir que yo no esté dispuesto a darle, si todo lo que tengo lo he puesto a su disposición?

–        Has puesto a su disposición solo tu poder y tu influencia; pero nada tuyo. ¿Ya leíste el libro de Job, Veritelius?, ahora que tan interesado estás habrías de hacerlo.

–        Ya sé quién es ese personaje, Apóstol Jacob, le respondo.

–        No te pregunté si sabías quién era Job, te pregunté si habías leído el libro, algo que no has hecho hasta hoy.  Léelo; la próxima vez que nos veamos, que será pronto, comentamos al respecto. 

–        Lo haré, Señor; le respondo casi con pena.

–        Las labores materiales que harás, Tribunus Legatus, ciertamente son muy importantes para la difusión del Evangelio entre todos los hombres (y por ello es que has sido seleccionado para hacerlo); pero que te quede muy claro QUE NO SON LO MÁS IMPORTANTE que harás.  Son los actos de tu voluntad los que realmente contarán, Veritelius.  No lo olvides.

     

      Ya sé que durante el Ivierno no se cuenta contigo para nada, pues            atiendes a tu familia, cosa que alabo; y que será hasta la Primumver que         vuelvas a tomar tus rutas de navegación.  Cuando eso sea, viajaremos   juntos a Hierosolyma, como le dices tú a Yerushalayim, en esa maravilla            de navis que solo tú tienes y que anda en boca de tus iguales. ¿Aceptarás?

–        Por supuesto que lo haré, Apóstol Jacob; será un inmenso honor; le digo.

–        Tú querías verme para un asunto en especial, ¿cuál es, Veritelius?, me inquiere el hombre, pero ya no sé si comentárselo; estoy tan impresionado con lo que me ha dicho, que parece que cualquier cosa que yo diga no tiene importancia alguna.

–        Es respecto de una misiva que gracias a Dios he recibido del Apóstol Petrus, en donde señala los lineamientos que hemos de seguir para cualquier tipo de escrito respecto al Evangelio y a Iesus Nazarenus, Apóstol Jacob, termino diciéndole lleno de temor.

–        Sí, y tiene razón en indicártelo así, pues el Señor de las Tinieblas, Satanás el Diablo, se aprovechará de ello para hacer lo que más le gusta: crear confusión.  Sin embargo, nosotros no estamos solos, ya que El Paráclito ha repartido sus maravillosos dones de acuerdo a nuestras personas.  A mí no se me ha dado el tal don de la escritura y la profecía; serán otros los que lo hagan.

–        Así es Señor, Usted no está incluido en la lista, Apóstol Jacob, respondo.

–        Lo que Simón Petrus disponga, eso es lo que haremos todos; él, y solo él es el Christus Vicarius; todos los demás nos ajustamos a sus inspiradas instrucciones, Veritelius.

–        Muy bien Apóstol Jacob, le contesto.

–        Otro asunto Veritelius; Camilus Méver es un hombre muy eficaz para mi labor en Hispania, pues conoce muy bien el lugar y a mucha gente, además de que es muy respetado por todos; ¿podría yo quedármelo como emissarii tuyo en mi evangelización de los hispanus?

–        Por supuesto, Apóstol Jacob, nada le dará más gusto a él y a mí que servirle en su labor apostólica; le respondo casi eufórico a su petición.

–        Habrá que informarle al joven, me dice con prudencia el gigante galileo.

–        Solo recibirá una orden mía al respecto, Apóstol Jacob, eso es suficiente; todos los Legionarios Romanos solo necesitamos la instrucción de nuestro superior. Contesto su preocupación.

–        Yo quisiera estar en Yerushalayim para la Pascua, Veritelius, ¿dónde debiera yo alcanzarte para viajar juntos: en Capreæ o en Reghium?, cuestiona con cautela el joven Apóstol.

–        En ningún lugar, Apóstol Jacob; le digo, ‘La Liburna Christina’ vendrá por Usted primero y después pasará por nosotros a Capreæ para navegar juntos hasta su querida Hierosolyma.  Yo le informaré las fechas, Señor.

–        ¡Qué atrevido nombre has escogido para tu Nave, Veritelius: “La Doncella que sigue al Señor”, eso significa, ¿lo sabías?

–        No, no lo sabía; yo solo hice una analogía: si serviría para el “Christus Mandatus”, se llamaría Christina; así resultó el nombre.

–        Me temo, Veritelius, que el Señor ‘se ha fijado muy bien en ti’; nadie sabe por qué, pero yo te digo que así es.  Debes estar muy atento a cuanto Él te pida y diga, no sabes ni cuándo ni qué te pedirá, pero así será; bien puedo decirte que eres el primer gentil en el cual se ha fijado el Señor; diferente de aquéllos iguales tuyos Fidelius y Cornelio a los que conociste en Cesarea, a ellos les favoreció con sus dones curativos; a ti te quiere para otras cosas.

–        Realmente me espantan sus dichos, Apóstol Jacob; yo lejanamente sé algo de Iesus Christus como para que pueda serle útil; le contesto preocupado.

–        Alguna vez nos dijo el Señor: “Si vosotros no hablarais de las cosas que os he enseñado, mi Padre hará que las piedras prediquen el Evangelio.”  Él nos conoce muy bien a todos, también a ti Veritelius; ya veo que en tu persona se está asegurando de cuanto nosotros no hagamos por nuestra indolencia o nuestra incapacidad.

–        Realmente no sé qué decirle, Apóstol Jacob; le respondo.

–        A mí no tienes que decirme nada, Veritelius; habla con nuestro Señor Iesus Christus en oración, Él te responderá cuanto quieras saber.

–        Apóstol Jacob, ¿por qué ha venido Usted hasta Hispania; por qué no a otro lugar?

–        Por ti Veritelius, porque el Señor en Revelación me ha dicho:

                    “. . .   Después de tus días clamor de gentiles arrancarás;

                             En Levante naciste, allende el Mar, y en el Poniente

                                extremo descansarás;

                             con la ayuda del que proclama la verdad. . .”

–        No entiendo nada, Señor, le digo al inspirado Apóstol.

–        Esto no es de entender, Veritelius, es de creer.  No es el conocimiento el que salva; es la Fe la que lo hace.

+  +  +

 

Afectísimo en Cristo de todos ustedes,

 

Antonio Garelli

 

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Solo por el gusto de proclamar El Evangelio.



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