"EL AMIGO INOPORTUNO" (11)

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¡Alabado sea Jesucristo!

 

México, D.F., Octubre 1 del 2015

 

11.- “PARÁBOLA DEL AMIGO INOPORTUNO”

(Lc 11, 5 – 10)

“Les dijo también: Si uno de vosotros tiene un amigo y, acudiendo a él a media noche, le dice: ‘Amigo, préstame tres panes, porque ha llegado de viaje a mi casa un amigo mío y no tengo qué ofrecerle’, y aquél, desde dentro, le responde: ‘No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis hijos y yo ya estamos acostados; no puedo levantarme a dártelos’, os aseguro, que si no se levanta a dárselos por ser su amigo, al menos se levantará por su importunidad, y le dará cuanto necesite.”

ACTOS DE PREPARACIÓN:

            Dado que para abrir nuestro corazón a la Palabra de Dios no requerimos razón, usaré entonces la Fe, que es Virtud Divina para saber lo que no puedo entender, pero debo seguir.

De igual forma, aquello que debo aguardar como un hecho irrefutable, solo la Esperanza lo captará para mi beneficio, aunque yo no pueda llevar mis acciones voluntarias en ese sentido.

            Y porque quiero estar ante El Amor como Definición, que es Dios, he de llenarme de Caridad, para que mi alma acceda, al menos, al diálogo con mi Señor.

PETICIÓN:

            Señor mío y Dios mío, concédeme la gracia de permanecer en oración contigo, para que de esta forma mi alma ansíe tu compañía, mi voluntad reclame tu guía y mi inteligencia requiera tu razón.

EL TIEMPO Y EL LUGAR:

Jesucristo continúa su último viaje a Jerusalén; y sabiendo Él que así será, ha querido hacer el recorrido lentamente, como dándole tiempo al tiempo, sin apresurar nada.  Ya dejó Samaria y ha pasado cerca de la Gran Ciudad de David, pero se ha desviado a una pequeña población que le es muy familiar: Bethania.  Aquí ha estado en muchas otras ocasiones y ahora ha sido invitado con su Madre, sus Apóstoles y todos sus discípulos, a permanecer unos días para ser escuchado por la gente del lugar.  Está en la casa de Marta y María, las hermanas de Lázaro, su gran amigo; (éste mismo que dentro de algunos días enfermará, morirá y será resucitado por el Señor, para Gloria de Dios).

San Lucas coloca esta parábola inmediatamente después que Jesús les ha enseñado “El Padre Nuestro”, como respuesta a la petición expresa de alguno de los discípulos: “. . . Señor, enséñanos a orar, . . .”  La parábola la dice el Maestro para fortalecer entre ellos la importancia de la perseverancia en la oración.  Es un ejemplo contundente pero exquisito, en el cual se puede apreciar el valor de la insistencia (por más inoportuno que se pueda ser), a fin de alcanzar el objetivo.

Como gran pedagogo que siempre fue, Cristo mezcla todos los elementos  necesarios para su enseñanza práctica; no falta detalle alguno, ni sobra explicación dada.   Este pequeño trozo literario del Señor (Lucano lo escribió, pero Él lo dijo), ha mostrado su pasión por la oración, por la meditación, por el contacto constante con su Padre en los Cielos; y quiere dejarnos a todos esta evidencia contundente: Orar a Dios es de tal manera necesario, que Dios Hecho Hombre lo hizo.

LOS PERSONAJES Y ELEMENTOS:

El amigo, que es Dios atendiendo nuestras súplicas; el amigo inoportuno, que somos todos nosotros;  el amigo que ha llegado de viaje, que son nuestros problemas e imprevistos; la media noche y el sosiego de la casa de nuestro amigo, que es el clímax de nuestras desesperanzas; los tres panes, que son nuestras necesidades.  Además está la conclusión del Señor a su magnífico ejemplo: “. . . os aseguro, que si no se levanta a dárselos por ser su amigo, al menos se levantará por su importunidad, y le dará cuanto necesite.”

MEDITACIÓN:

En muchos pasajes evangélicos quedó claramente asentado: Jesucristo oraba.  Bien sea el inicio de su ministerio (sus cuarenta días en el desierto) o el final del mismo (Getsemaní), la oración es una acción registrada por los Evangelistas como muy significativa para el Señor y absolutamente necesaria para contactar con el Padre.  Todos los días que empezaba Jesús, los iniciaba orando; igualmente sucedía a la mitad del mismo o al final de cada uno.

Si el Verbo Encarnado oraba, meditaba, hacía contacto con su Padre, ¿cuánto más será necesario para mí?; si Él que era Dios buscaba mantenerse cercano al Padre, yo que soy un insignificante pecador ¿no necesitaré ‘permanecer en oración’ para recibir la Gracia Divina?  ¡Por supuesto que sí!  Nada me garantiza más el auxilio de Dios como mi Creador, de Dios como mi Redentor y de Dios como mi Santificador, que estar constantemente en oración.

¡Y qué sutil enseñanza la de esta parábola!  Casi me dice Jesucristo que no importa lo inoportuno que  yo sea, lo engorroso que parezca, lo molesto que me proponga, Dios atenderá mi petición en la oración. 

Pero aquí está lo verdaderamente importante: ¡Tengo que pedírselo al Padre!  No importa que Él ya sepa lo que voy a pedirle (¡por supuesto que ya lo sabe!), lo que Él quiere es que se lo pida; que me muestre yo criatura y Él, Creador; que me reconozca yo débil y Él, Todopoderoso; que me sepa yo indigno y Él, Misericordioso.  Pero no, no se entienda que el Padre me quiere rebajado, humillado y aborrecido; ¡no!, el Padre me quiere digno y consciente de que le necesito.  Por eso quiere que yo ore, que le pida, que lo haga partícipe de mi vida, toda ella; en el triunfo y en el fracaso, del que me tengo que reponer; en la felicidad y en la tristeza, a la cual tengo que superar; en la salud y en la enfermedad, la que debo soportar.

Voy a cerrar esta reflexión con la conclusión que el mismo Señor Jesucristo dio para ella; está en los siguientes párrafos del mismo capítulo once de San Lucas:

“Yo os digo: ‘Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá.  Porque todo el que pide, recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.  ¿Qué padre hay entre vosotros que, si su hijo le pide pan le da una culebra; o si le pide un huevo, le da un escorpión?  Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!’”

FRUTO:

VOY A ESCRIBIR DOS PROPÓSITOS TANGIBLES Y ALCANZABLES QUE DEBERÁN CAMBIAR MI VIDA, A FIN DE SER UNA PERSONA CONGRUENTE ENTRE LO QUE ACABO DE APRENDER DE JESUCRISTO Y LO QUE DEBO HACER COMO UN DIGNO SEGUIDOR DEL SEÑOR.

1

ORACIÓN A MARÍA:

            Madre de Jesucristo y Madre mía, acógeme en tu regazo igual que hiciste con los primeros Discípulos del Salvador, de los cuales eras Primerísima, y guíame por la senda que debo seguir para encontrarlo a Él en mis peticiones, ruegos y oraciones.

Por Jesucristo nuestro Señor.  Amén.

 

PADRENUESTRO – AVEMARÍA

 

En el nombre del Padre + y del Hijo + y del Espíritu Santo.  Amén.

 

Afectísimo en Cristo de todos ustedes,

 

Antonio Garelli

 

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Solo por el gusto de proclamar El Evangelio.



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