EL BAUTISMO DE JESÚS EN EL JORDÁN (10de77)

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¡Alabado sea Jesucristo!

México, D.F., Septiembre 8 del 2014

 I.10.- EL BAUTISMO DE JESÚS EN EL JORDÁN 

(Mt 3, 13-17; Lc 3, 21-22; Mc 1, 9-11; Jn 1, 19-34)

“Entonces se presenta Jesús, venido de Galilea al Jordán, a donde Juan, para ser bautizado por él.  Pero Juan trataba de impedírselo diciendo: “Soy yo el que necesita ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?”

Jesús le respondió: “Deja ahora, pues conviene que así cumplamos toda justicia”.  Entonces le dejó.

Una vez bautizado Jesús, salió del agua; y en esto se abrieron los cielos y se vio al Espíritu de Dios que bajaba como una paloma y venía sobre Él.

Y una voz procedente de los cielos decía: “Este es mi hijo amado, en quien me complazco.””

            Esta es la primera manifestación física que hace La Santísima Trinidad para los humanos; qué lástima que hayan sido tan pocos los que la presenciaron, pero qué bueno que todos los Evangelistas la registraron.  Pasarán cuatrocientos años antes que un gran teólogo y Doctor de la Iglesia (San Agustín), con una gran infusión de Espíritu Santo, nos explique su significado.  Pero el momento arriba descrito es para nosotros, “. . . los bienaventurados que sin ver, creen. . .

Se escucha la voz del Padre; se vive en toda su magnitud humana al Hijo; se ve la representación del Espíritu Santo.  Ni hebreos, ni israelitas tuvieron esta gran-diosa oportunidad; se les da a los Cristianos en el nacimiento mismo del Ministerio del Señor, cuando la Buena Nueva empezará a ser predicada; cuando Jesús de Nazaret ‘da comienzo’ a su reivindicación como el Cristo.  Dos discípulos de Juan el Bautista están presentes en este Divino instante: Andrés (el hermano de Simón, Pedro) y Juan (el hermano de Santiago el de Zebedeo); estos cuatro serán Apóstoles del Señor dentro de poco tiempo.  Es entonces cuando Juan el Bautista exclama acerca de Jesús: “He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.”

            El Demonio y sus huestes están al acecho afuera de la gran burbuja de Divinidad que se ha extendido en el lugar, en ocasión de la Unción de Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo; y no es que no lo tuviera desde siempre (pues Él es Uno con el Otro, y Ambos lo son con El Padre), sino que Dios ha querido manifestarlo tácitamente en tan solemne oportunidad.  El Diablo y sus hijos están atentos de todo cuanto está ocurriendo, porque de este momento dependen todos sus esfuerzos (hasta ahora inútiles), para disuadir o eliminar a Jesucristo en su camino a la Redención del hombre.  No es que la batalla apenas empiece, pues lleva miles de años escenificándose; es que las luchas del Bien contra el mal tendrán ahora su campo de acción en la Tierra, donde se encuentra el Hijo de Dios para dar cabal cumplimiento a la primerísima profecía de La Biblia:

“. . . Enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje;

él te aplastará la cabeza mientras acechas tú su calcañal. . .” (Gn 3, 15)           

            A partir de este momento, ya nada será igual en la historia de la humanidad; los planes de Dios para la Salvación tienen perfecta representación en Su Hijo, quien a través del Bautismo hace evidente su aceptación para llevar al cabo tan importante Misión.  Le ha dado todos los poderes celestiales para esta labor y los demonios lo saben.  “. . .Todo barranco será rellenado, todo monte y colina será rebajado, lo tortuoso se hará recto, las asperezas serán caminos llanos. Y todos verán la salvación de Dios. . .”, había anunciado Isaías acerca del Mensajero del Señor. 

            El Hijo del hombre sabe que está expuesto a la muerte.  Su vida es valiosísima como ser humano, pues es la única forma de redimirnos; pero es menester que realice su obra de enseñanza, sus manifestaciones prodigiosas y que haya continuidad entre los hombres al respecto.  A partir de su Bautismo, Cristo comienza sus milagros, inicia la selección del grupo de hombres (imperfectos y mortales) que serán sus discípulos y Apóstoles, los cuales a su vez propagarán después de Él su Evangelio; y comienza su predicación, basada en el Amor, la Verdad y la Salvación.  ¡El Mesías se hace presente, aunque el Demonio aceche!

            Hasta ahora solo muy pocos seres humanos saben de la Divinidad de Jesús, (por supuesto, María, José, Juan el Bautista), algunos otros como sus parientes, suponen que puede poseerla; sin embargo, es menester que miles y miles de hombres y mujeres atestigüen acerca del Mesías, porque solo así podrán alcanzar la Salvación.  Todas las potestades celestiales tienen muy claro qué está sucediendo en la Tierra, y por supuesto hay gran alborozo por ello; pero también las huestes de Satanás y él mismo están plenamente conscientes de los acontecimientos.  Saben lo que significa la Redención del mundo y las consecuencias que para ellos traerá este hecho.

            ¡Por eso están muy atentos a lo que pasa! ¡Por eso el Demonio está al acecho del Mesías!        

Afectísimo en Cristo de todos ustedes,

 

Antonio Garelli

 

 

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