"EL JUICIO FINAL" (31)

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¡Alabado sea Jesucristo!

 

Ciudad de México, Febrero 25 del 2016.

 

31.- “PARÁBOLA DEL JUICIO FINAL”

(Mt 25, 31 – 46)

“Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de sus ángeles, entonces se sentará en su trono de gloria.  Serán congregadas delante de él todas las naciones, y él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos.  Pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda.  Entonces dirá el Rey a los de su derecha: ‘Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. 

Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme.’ Entonces los justos le responderán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber?  ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?’ Entonces el Rey les dirá: ‘En verdad os digo que cuando lo hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis.’

Entonces dirá también a los de su izquierda: ‘Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles.  Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; era forastero, y no me acogisteis; estaba desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis.’

Entonces dirán también éstos: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento o forastero o desnudo o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?’ Y él entonces les responderá: ‘En verdad os digo que cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejaste de hacerlo.  E irán éstos a su castigo eterno, y los justos a una vida eterna.”

ACTOS DE PREPARACIÓN:

            Revísteme, Divino Don de la Fe, con todo cuanto sea necesario para que pueda abarcar el grandioso significado de las enseñanzas del Divino Maestro.  Que nada quede de mí sin tu iluminación para que mi comprensión sea total.

            Con ello, Esperanza bendita, infunde en mi ser la necesidad de aguardar solo en Dios, todo cuanto yo requiera para mi salvación.  Que no haya algo en mí que me separe del mandato del Señor.

            Y Tú, Caridad Divina, que eres en mi vida la presencia más auténtica de Dios, haz que me llene de ti para actuar de acuerdo a Su voluntad y en beneficio de mis hermanos los hombres, y pueda ser yo medio de acercamiento al Creador por el testimonio de mis acciones.

PETICIÓN:

            Señor Jesús, que atento a tus palabras encuentre el seguimiento de tus deseos y logre mi ansiada aceptación en el momento de mi propio juicio final.

EL TIEMPO Y EL LUGAR:

Se encuentran todos en Jerusalén; en la estadía final.  San Mateo cierra con ésta, todas las parábolas enseñadas por el Divino Maestro.  Ninguna otra puede ser mejor para señalar que aquí se terminan los discursos parabólicos de Jesús.  Ésta en especial, está dirigida solo a los Apóstoles y Discípulos que le siguen desde hace tres años, duración de su Ministerio.  Lo siguiente que Mateo narra en sus escritos, es La Pasión del Señor.  También para ellos está próxima la culminación de una etapa de su vida y el inicio inmediato de otra.  Pasarán de una vida común a una existencia plena de Espíritu Santo.

LOS PERSONAJES Y ELEMENTOS:

El Hijo del hombre, el Rey, por supuesto que es Jesucristo.  ‘Los unos y los otros’, así como las ovejas y los cabritos, son los que han actuado en el bien y los que han hecho el mal, respectivamente.  Las acciones que realizan justos e injustos, son mis propios actos de voluntad, aquéllos por los que seré juzgado.  Los juicios que emite el Rey, son los mismos que dictaminará de mis actuaciones; de lo que yo haya pensado, dicho, hecho y dejado de hacer.

MEDITACIÓN:

De cuántas y variadas maneras me hace ver Jesucristo, que lo trascendental de mi existencia es mi propio Juicio Final.  De ello se desprende la vital importancia de la esencia de mis acciones; de si he actuado buscando el bien o si me he apartado de él.  He ahí el porqué los justos, representados por la docilidad de las ovejas (que en los seres humanos conlleva humildad y amor), son los preferidos del Señor en cuanto a su proceder y actitud; pasando a ser los benditos del Padre.  Todo lo contrario ocurre cuando mis acciones están llenas de soberbia y odio: soy rebelde como cabra; ganándome yo mismo la separación de la salvación.

En este tiempo, igual que en el tiempo de Jesucristo, como hombre me afano solo por las cosas materiales: qué comer, dónde vivir, cómo vestir; y me olvido de lo verdaderamente importante, que son los bienes del cielo, esto es, el amor a Dios y el amor al prójimo.  Y para que no haya duda, el Divino Maestro se personifica contundentemente en la parábola (igual para el bien que para el mal), poniéndose Él mismo con precisión en los ejemplos de su ‘mashal’: hambriento, sediento, forastero y desnudo.  Exactamente de lo que más me ocupo para mí y los míos; y a veces ni me preocupo para mi prójimo.  Pero también aclara quién es Él y cuándo lo es, al decir: ‘. . . cuando lo hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis. . .’ Más claro, ni el agua de manantial.  Así habló siempre, Dios hecho hombre.

Lo que me sucede es que no le escucho, por más que le oiga; o me hago como que no me está hablando a mí, sino a otro.  En esto, soy experto; en oír solo lo que me conviene, lo que me acomoda, lo que no me compromete.  Así soy, ¡aún sabiendo que todo esto formará parte de mi propio Juicio Final! ¿Cuándo recapacitaré en ello?

¿Cuántos han clamado mi ayuda de alimento, casa o vestido, y yo simplemente me hago el desentendido?  Y todavía peor, me digo para mí mismo: ‘Estos, ni mi prójimo son’.  Pero debo tener muy claro que prójimo no solo son los más próximos, sino todos aquéllos en donde yo pueda hacer el bien.  No es válido cambiar mis ‘prójimos anteriores’ (padre, madre y hermanos), por mis ‘prójimos actuales’ (esposa, hijos e hijas);  menos aún si aquéllos primeros se han convertido en ‘hermanos míos más pequeños’ del Señor.  No debo abandonarlos, arguyendo que ya no son mi responsabilidad; si puedo, debo ayudarlos porque siempre serán mi prójimo.  No se trata de que les quite a unos para darles a los otros; se trata de que en el bien me multiplique.

Porque todavía está la segunda parte, muy importante, de los cuidados que pide el Señor: ‘... ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?...’ “Ah!, qué fácil, yo no tengo ni enfermos ni encarcelados”, podría yo decir; pero ¿verdaderamente no hay nadie a quien yo pueda reconfortar o acompañar? ¿Ningún anciano solo, a quién oír? ¿Ningún compañero de trabajo, subordinado o superior, a quien yo pueda auxiliar? ¿Ningún amigo por el que me pueda preocupar?  No existe quien crea tener una vida así.  Si el Magisterio de la Iglesia me ha enseñado que debo confesar mis faltas de pensamiento, de palabra, de obra y por omisión; entonces es fácil deducir que: debo pensar correctamente, debo decir la verdad, debo actuar con bondad y no debo dejar de hacer el bien.  Al menos eso.

FRUTO:

VOY A ESCRIBIR DOS PROPÓSITOS TANGIBLES Y ALCANZABLES QUE DEBERÁN CAMBIAR MI VIDA, A FIN DE SER UNA PERSONA CONGRUENTE ENTRE LO QUE ACABO DE APRENDER DE JESUCRISTO Y LO QUE DEBO HACER COMO UN DIGNO SEGUIDOR DEL SEÑOR.

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ORACIÓN A MARÍA:

            Madre de Jesucristo y madre mía, tú que no conociste pecado por tu inmediata entrega y protección Divina, haz posible que te imite en la Caridad, de la que eres máxima exponente entre todos los humanos.

 

Por Jesucristo nuestro Señor.  Amén.

 

PADRENUESTRO – AVEMARÍA

 

En el nombre del Padre + y del Hijo + y del Espíritu Santo.  Amén.

 

Afectísimo en Cristo de todos ustedes,

  

Antonio Garelli

 

 

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Solo por el gusto de proclamar El Evangelio.



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