EL JUICIO MILITAR A PONCIO PILATUS (1) (31)

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¡Alabado sea Jesucristo!

 

Ciudad de México, Octubre 20 del 2016.

 

Veritelius de Garlla, Apóstol Gentil.

(31)

 

 

Cesarea de Palestina, Provincia de Iudae 

Iulius XXII

 Año XX del Reinado de Tiberio Julio César

 

EL JUICIO MILITAR A PONCIO PILATUS

 

El edificio que utilizaremos, será el mismo que el usado para la Audiencia de Declaraciones del “Christus Mandatus”; solo asistirán Militares del más Alto Rango del Ejército Imperial Romano pertenecientes a la División Geográfica de Asia Menor, así como los Procuradores de Cyrenaica, Ægyptus y Syria-Fenicia, en razón de ser de su vecindad.  Todos son invitados, ninguno tendrá voz ni voto en el juicio; ni el mismísimo Tribunus Legatus Lauro Pietralterra.

 

Los únicos civiles que presenciarán la Audiencia del Juicio serán los Senadores asignados por Tiberio César al caso que nos ocupa:

            Senador Flavio Nalterrum – Presidente de la Comisión del “Christus                                Mandatus” del Senado Romano.

            Senador Homero Suetonius – Presidente de la Comisión de Credos,                                   Doctrinas y Religiones, del Senado Romano. 

            Senador Milos Piridión de la Comisión para Asia Menor, Syria-Fenicia y                                    Palestina del Senado Romano.

            Senador Artemius Laericum de la Comisión de Honor y Justicia Militar                           del Senado Romano.

            Senador Silvio Bequani de la Comisión de Jurisprudencia Provincial del                         Senado Romano.

Éste último, quedará a cargo de la Procura de Iudae en lo civil; en tanto Pietralterra lo hará en lo militar.  Todos han llegado el día de ayer en liburna especial desde Roma.

 

Nada resolvió Poncio Pilatos en el caso de los Sumos Sacerdotes Anás y Caifás; y ellos tampoco se presentaron a declarar; por lo que habiendo pasado el plazo otorgado, la ley puede ser aplicada en su momento.  Esto será muy tomado en cuenta en el desarrollo del juicio.

 

La Sesión comienza con toda la pompa y circunstancia que el Imperio Romano da a este tipo de eventos: lugares especiales para las personalidades, reconoci-mientos públicos que sean menester, guardias de seguridad a pleno, estandartes e insignias y, por supuesto, loores a nuestro Jefe Supremo, el César.

 

-¡Ave Tiberius Iulius Cæsar, Imperator Maxîmum!, eleva la voz el Secretario; a lo que todos respondemos:

-¡Ave César!, ¡Ave César!, ¡Ave César!; respondemos todos

-¡Sesión de Corte Suprema Militar!

-Comparece el Procurador Romano, Gobernador de la Provincia de Iudae, General Magíster Legionario Poncio Pilatus.

-¡El Honorable Tribunus Legatus Veritelius de Garlla, Plenipotenciario de Tiberius Iulius Cæsar, Romanus Imperator Maxîmum, asume sus Potestades como Prefectus Pretorio y está al habla!:

-Excelentísimos señores Senadores, fieles y entregados representantes del Pueblo Romano; Dignísimos Jefes Supremos Militares; Honorabilísimos señores Procuradores; Suprema concurrencia toda:

      La civilidad del Imperio Romano no es una mera y supuesta forma de       convivencia entre todos, es la realidad que nos impulsa en el Ejército         Imperial a superarnos día con día; por esta razón, casos como el que hoy             trataremos no deben pasarse por alto.

      Poncio Pilatus, Procurador Romano de Iudae, ha sido usted citado a       comparecer ante esta Audiencia de Suprema Corte Militar, para             responder a las acusaciones de culpabilidad que le hacen el Ejército           Imperial Romano y el Senado Romano, que señalo a continuación:

      1)  Asesinato at indirectus del hombre galileo llamado Iesus Nazarenus;

            2) Negligencia en la impartición de Justicia del Derecho Romano, al                   condenar a muerte a un reo inocente, en el caso de Iesus Nazarenus;

            3) Negligencia en el uso de sus atribuciones como Procurador Provincial;

            4) Encubrimiento a favor de sediciosos, en el caso de Barrabás;

            5) Encubrimiento, tolerancia y fe de hecho de falsos testigos, en el caso de         los Sumos Sacerdotes Anás y Caifás;

            6) Vejación de un reo indefenso condenado a muerte, por parte de las     tropas a su mando, en el caso de Iesus Nazarenus;

            7) Uso indebido de los métodos de castigo de flagelación en Columna      Humillante, en perjuicio de Iesus Nazarenus;

           

            Acontecimientos todos ellos que se registraron en Martis XVI, del XX       Año del Reinado de Tiberio Julio César, Año VII de su Procura en             Hierosolyma, Provincia de Iudae. 

            ¿General Magíster Legionario,    Poncio Pilatus, reconoce Usted como    verdaderos estos hechos?

-Sí, Tribunus Legatus Veritelius de Garlla, los reconozco.

-Les recuerdo a todos los presentes que este es un Juicio Militar, por lo que el General Magíster Legionario Poncio Pilatus será juzgado solo en lo que compete a su cargo dentro del Ejército Imperial Romano. También le recuerdo al compareciente que cualquier desacato a las ordenanzas castrenses o cualquier improbidad grave de su parte que ofenda a este Tribunal Militar, puede redundar en una sentencia de muerte inmediata.

     

      Si el Pueblo y Senado Romano juzgan necesario un Juicio Civil al            Ciudadano Poncio Pilatus como Procurador de Iudae, la sentencia de          este Jurado será llevada al cabo antes de tal evento, sea cual fuere; hasta degradarle de todos sus cargos como miembro del Ejército Imperial       Romano a fin de que sea sometido a las leyes civiles.

 

-Para conocimiento de los presentes, daré lectura al Registro Oficial de Cortes de la Provincia de Iudae del Magnus Romanus Imperium, cita en Hierosolyma, Provincia de Iudae:

 

 

 

Hierosolyma, Provincia de Iudae 

Martis XXVI

 Año XX del Reinado de Tiberio Julio César

Año VII de la Procura de Poncio Pilatus

 

Para los registros ha que haya lugar se asienta la audiencia con el reo Iesus Nazarenus, presentado al Procurador Poncio Pilatus por los Jerarcas Judíos y Sumos Sacerdotes Anás y Caifás:

 

“. . . De Caifás condujeron a Jesús al Palacio del Gobernador.  Ya empezaba a amanecer.  Pero ellos no entraron en el Palacio para no contaminarse y poder así comer la Pascua.  Entonces Pilato salió hasta donde ellos estaban y les preguntó:

-¿De qué acusáis a este hombre’.  Le contestaron:

-Si no fuese un malhechor, no te lo entregaríamos. Pilato les dijo:

-Encargaos vosotros de él y juzgadle de acuerdo a vuestra ley. Pero las autoridades judías le replicaron:

-No es legal, de acuerdo al Derecho Romano, que nosotros apliquemos la pena de muerte a nadie. Dice el Sumo Sacerdote llamado Caifás:

-A éste le hemos hallado soliviantando a nuestra nación, aconsejando que no se pague tributo al Emperador, y alegando ser él el Mesías, es decir un rey, pero sin autorización del César. Pilato le dijo entonces a Jesús:

-¿No oyes cuántas cosas atestiguan contra ti? Pero él no respondió siquiera a una sola acusación, de modo que el gobernador estaba muy sorprendido.  Pilato le preguntó:

-¿Eres tú el rey de los judíos? Contestó Jesús interrogando:

-¿Preguntas eso por ti mismo o hay otros que te lo dicen de mí? Y  replicó Pilato:

-¿Soy yo acaso judío?  Tus jefes y tus jerarcas te entregaron a mí. ¿Qué hiciste para que eso sucediera?  Jesús contestó:

-Mi reino no es de este mundo.  Si mi reino fuese de este mundo, mis guardias hubieran combatido para que yo no fuese entregado a las autoridades judías.  Pero mi reino no es de aquí.  Le preguntó Pilato:

-¿De manera que tú eres rey? Jesús le contestó:

-Que soy rey, tú lo dices.  Para eso he nacido y para eso he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad; todo el que pertenece a la verdad escucha mi voz. Pilato de dijo:

-¿Qué es la verdad? Y dicho eso, salió de nuevo a donde estaban las autoridades judías, para decirles:

-Yo no encuentro culpable de nada a este hombre. Pero ellos insistían diciendo:

-Es que incita al pueblo, enseñando por toda Judea.  Aunque empezó en Galilea, ha llegado hasta aquí.  Al oír esto Pilato preguntó:

-¿Es este hombre galileo? Y al saber que pertenecía a la jurisdicción de Herodes, le envió a Jesús, ya que también estaba en Jerusalén en esos días.

 

Herodes se alegró muchísimo al ver a Jesús, porque después de haber oído hablar de él, hacía mucho tiempo que deseaba conocerle.  Tenía la esperanza de verle realizar alguno de sus milagros.  Le hizo, pues, muchas preguntas, pero Jesús no le respondió nada.  Los jerarcas y los doctores de la Ley estaban presentes y le acusaban con gran vehemencia.  Entonces Herodes, acompañado de su guardia, tras despreciarle y burlarse de él, le puso una befa principesca y lo mandó de nuevo a Pilato.  Aquel día se hicieron amigos Pilato y Herodes, porque hasta entonces habían estado enemistados.  Pilato convocó a los jerarcas, a los altos dignatarios y al pueblo, y les dijo:

-Me habéis traído a un hombre acusándolo de soliviantar al pueblo.  Resulta que yo, al examinarle delante de vosotros, no le encontré culpable de ninguno de los cargos que le hacéis.  Tampoco Herodes, puesto que me lo ha devuelto.  Se ve que no ha hecho nada que merezca la muerte.  Por lo tanto, le castigaré y después le soltaré.

 

En cada festividad el gobernador acostumbraba soltar a la multitud un preso, el que ellos quisieran.  Tenía entonces un preso famoso, apellidado Barrabás.  Por tanto, y hallándose ellos reunidos, Pilato les preguntó:

– ¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, llamado el Mashiaj? 

Porque había comprendido que era por envidia por lo que habían entregado a Jesús.  Mientras Pilato se hallaba sentado en el Tribunal, su esposa le envió el siguiente recado:

-“No te metas con ese inocente.  Porque con motivo de él, hoy he sufrido una tremenda pesadilla.”

Entretanto, los jerarcas y los ancianos persuadieron a la multitud que pidiese a Barrabás y que hiciera morir a Jesús.  Volviendo a tomar la palabra Pilato, les preguntó:

-¿A quién de los dos queréis que os suelte?  Exclamaron:

-¡A Barrabás!  Pilato les preguntó:

-¿Qué haré entonces con Jesús, llamado el Mesías?  Respondieron todos:

-¡Que lo crucifiquen!

-Pues, ¿qué ha hecho de malo?  No veo que haya dado motivo para la pena de muerte.  Por lo tanto, le castigaré y después le soltaré.

 

Los soldados del gobernador llevaron a Jesús a la Casa de Gobierno y reunieron en torno a él a toda la cohorte.  Le desnudaron, le vistieron un manto de grana, entretejieron con espinas una corona, le pusieron ésta en la cabeza, así como una caña en la mano derecha, y arrodillándose delante, se burlaron de él, diciendo: “¡Viva el rey de los judíos!”  Después de escupirle, tomaron la caña y le golpearon la cabeza.  Luego de haberse burlado de él, le quitaron el manto, le pusieron su propia ropa y lo sacaron de nuevo.   Salió nuevamente Pilato y les dijo:

-Mirad, voy a mostrároslo para que sepáis que no encuentro en él ningún motivo de condena. Aquí tenéis al hombre. Pero todos ellos gritaron a una:

-¡Acaba con éste y suéltanos a Barrabás!

A éste le habían encarcelado por cierta insurrección que hubo en la ciudad y por asesinato.  Pilato intentado liberar a Jesús, les habló una vez más, pero ellos seguían gritando: ¡Crucifícalo! Crucifícalo!  Dijo Pilato:

-Tomadlo y crucificadle vosotros, porque yo no encuentro en él ningún motivo para condenarlo.  Le contestaron las autoridades judías:

-Nosotros tenemos una ley y de acuerdo a esa ley debe morir, porque pretende ser el Hijo de Dios.  Al oír eso Pilato, creció su temor y entró de nuevo al Palacio, y le preguntó a Jesús:

-¿De dónde vienes tú? Pero Jesús no le respondió.  Pilato le interpeló:

-¿No me hablas a mí?  ¿No sabes que tengo el poder para soltarte o para crucificarte?  Jesús le contestó:

-No tendrías sobre mí ningún poder si no se te hubiese dado desde arriba.  Por eso es peor el pecado del que me ha entregado a ti.

Desde ese momento Pilato buscaba la manera de dejarlo libre; pero las autoridades judías gritaban:

-¡Si sueltas a ese hombre, no eres amigo del César! ¡Todo el que se proclama rey es adversario del Emperador!

Viendo Pilato que nada se conseguía, sino que aquello se iba convirtiendo más bien en un motín, tomó agua, y se lavó las manos a la vista de la multitud, diciendo:

-¡Yo no me hago responsable de esta muerte!  ¡Allá vosotros!  Entonces contestó toda la gente:

-¡Fuera! ¡Fuera!, ¡Crucifícalo!  Les preguntó Pilato:

-¿He de crucificar a vuestro rey? Y ellos contestaron:

-Nosotros no tenemos más rey que el César ¡Caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos la responsabilidad de su muerte! 

 

Con lo cual Pilato soltó a Barrabás y les entregó a ellos a Jesús para que fuese crucificado; y ellos se hicieron cargo de él.

 

Cuando salían encontraron a un hombre procedente de Cirene, llamado Simón, padre se Rufo y Alejandro, al cual exigieron que llevase la cruz de Jesús.  Llegados a un sitio llamado Gólgota, es decir, “Lugar de la Calavera”, en donde le crucificaron; después de crucificarle se repartieron entre sí sus ropas, echando suertes.  Luego se sentaron y se pusieron a vigilarle desde allí. 

 

Sobre su cabeza colocaron una inscripción con el motivo de su condena: “Iesus Nazarenus Rex Iudarum”.  Después de esto, sabiendo Jesús que ahora todo estaba terminado, para que se cumpliese la Escritura en todo, dijo: 

-Tengo Sed

Había allí  una vasija llena de vino de mala calidad mezclado con hiel; empaparon una esponja y sujeta a una vara de hisopo la acercaron a la boca para que bebiera, y entonces Jesús exclamó:

-Todo está cumplido

Luego, inclinando la cabeza, entregó su espíritu.

 

Al caer la tarde y cuando ya se hacían los preparativos para el día del reposo, o sea la víspera del sábado, José de Arimatea, Miembro distinguido del Consejo, que también esperaba el Reino de Dios, llegó y entrando resueltamente ante Pilato, le pidió el cuerpo de Jesús.  Pilato se sorprendió de que ya hubiera muerto, y haciendo comparecer al Centurión le preguntó si efectivamente hacía tiempo que estaba muerto.  Cerciorado de ello por el Centurión, concedió el cuerpo a José. . .”

 

-Hasta aquí, finalizo la lectura de las actas que, firmadas por las autoridades competentes, forman parte en sí mismas de los registros oficiales del Imperio Romano de la Provincia de Iudae.  General Magíster Legionario Poncio Pilatus, Usted firmó esas actas como Procurador de Iudae; ¿Está de acuerdo con lo que señalan?

-Sí, Tribunus Legatus Veritelius de Garlla.

 

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Afectísimo en Cristo de todos ustedes,

 

Antonio Garelli

 

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