JESÚS EN LA SINAGOGA DE NAZARET (14 de 77)

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¡Alabado sea Jesucristo!

 

México, D.F., Septiembre 30 del 2014

 

II.4.- JESÚS EN LA SINAGOGA DE NAZARET

(Lc 4, 16-30; Mt 13, 53-58; Mc 6, 1-6)

“Vino a Nazará, donde se había criado, entró, según su costumbre, en la sinagoga el día sábado, y se levantó para hacer la lectura.  Le entregaron el volumen del profeta Isaías, desenrolló el volumen y halló el pasaje donde estaba escrito:

            “El espíritu del Señor está sobre mí,

            porque me ha ungido

            para anunciar a los pobres la Buena Nueva,

            me ha enviado a proclamar la liberación

                        de los cautivos

            y la vista a los ciegos,

            para dar libertad a los oprimidos

            y proclamar un año de gracia del Señor.”

Enrolló el volumen, lo devolvió al ministro y se sentó.  En la sinagoga todos los ojos estaban fijos en él.  Comenzó, pues, a decirles: “Esta escritura que acabáis de oír, se ha cumplido hoy.”  Y todos daban testimonio de él y estaban admirados de las palabras llenas de gracia que salían de su boca.

Y decían: “¿Acaso no es éste el hijo de José?”  Él les dijo: “Seguramente me vais a decir el refrán: ‘Médico, cúrate a ti mismo.’  Todo lo que hemos oído que ha sucedido en Cafarnaúm, hazlo también aquí en tu patria.”  Y añadió: “En verdad os digo que ningún profeta es bien recibido en su patria.”

“Os digo de verdad: Muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando se cerró el cielo por tres años y seis meses y hubo gran hambre en todo el país; y a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda de Sarepta de Sidón.  Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, y ninguno de ellos fue purificado sino Naamán, el sirio.”

Al oír esas cosas, todos los de la |sinagoga se llenaron de ira y, levantándose, le arrojaron fuera de la ciudad y le llevaron a una altura escarpada del monte sobre el cual estaba edificada su ciudad para despeñarle.  Pero él, pasando por medio de ellos, se marchó.”

Evangelio según San Lucas

“. . . Viniendo a su patria, les enseñaba en su sinagoga, de tal manera que decían maravillados: ‘¿De dónde le viene a éste esa sabiduría y esos milagros?  ¿No es éste el hijo del carpintero?  ¿No se llama su madre María, y sus parientes Santiago y Judas?  ¿Y sus parientes mujeres no están todas entre nosotros?  Entonces, ¿de dónde le viene todo esto?  Y se escandalizaban a causa de él. 

Mas Jesús les dijo: ‘Un profeta solo en su patria y en su casa carece de prestigio.’  Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la falta de fe.”

 

Evangelio según San Mateo

 

            Después de estos significativos momentos, en el cielo debió haberse oído: ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya! (Así, tres veces, ¡Alabado sea Dios!), cantado con el coro de los Ángeles delante del Padre.  Sin embargo, para Satán y sus huestes debió haber sido el día más obscuro de su existencia.  El Mesías ha iniciado su vida pública, se ha manifestado abiertamente a todos los hombres, lo cual significa que la Buena Nueva ha empezado a difundirse.  La salvación está al alcance de los hombres y mujeres que quieran obtenerla.

            ¡Precisamente esto es lo que no debería estar sucediendo!, pensarían todos los demonios.  ¡A trabajar se ha dicho!; y para cada ser humano reunido en ese lugar y en esa ocasión en Nazaret, hay un demonio que lo abrumará, que lo poseerá, que le hará actuar contrario a lo que el Salvador quiere.  Por eso se endurecen sus corazones, por eso dudan, por eso se manifiestan contrarios a su coterráneo.  No es casualidad esta actitud, es producto de la influencia de Satanás entre todos ellos.  ¡Por supuesto que sabían quién les estaba hablando!  Durante veinticinco años han tenido algo que ver con Jesús, el Hijo de María y José; le conocen desde niño, desde que llegó de Egipto junto con sus padres.  Han convivido con Él en todo cuanto han hecho: sus juegos, sus ‘aventuras’, sus alegrías y sus tristezas; junto a Él crecieron y se han hecho maduros todos.  Pero se extrañan porque les parece increíble lo que acaban de escuchar, y venido precisamente de Él.

            Es muy probable que Jesucristo haya dado aquí, en la sinagoga de Nazaret, su mejor discurso como hombre, ya que el pasaje Bíblico utilizado así lo hace suponer: “. . . El espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva. . .” Nada más fue ha decirles lo que ya era un hecho, lo que ya había sucedido; les estaba participando lo que Juan el Bautista había visto al momento de bautizar a su queridísimo primo.  Lo están sabiendo sin intermediarios; ¡el mismísimo Mesías se los está diciendo! Por supuesto que le conocían, y más que eso, le admiraban, le consideraban como el mejor de ellos, ¡hasta le amaban!; eso está muy claro.  Solo que uniendo el gran discurso de Jesús a estos loables sentimientos de los nazaritas, el resultado hubiera sido ¡avasalladoramente inconveniente para el Demonio! ¡¡el resultado hubiera sido la conversión en masa de todo el pueblo de Nazaret!!  ¡Tan solo con imaginármelo tiemblo de gusto! Qué bonito hubiera sido.  Pero no podía ser así, de modo que Satanás actuó y lo hizo con tantos elementos a su servicio, como en pocas ocasiones lo hará.

            “. . . Esta escritura que acabáis de oír, se ha cumplido hoy. . .”  Ya están avisados, todos estuvieron y estamos avisados.  La escritura ya se cumplió, y se cumplió en Jesús de Nazaret.  También Satanás tomó cuenta del aviso; y por supuesto, actuó.  Actuó acechando al Mesías con todo cuanto tenía a su alcance, y si éstos son seres humanos, ¡pues, mejor!, así otros serán fáciles de dominar.

            La turba humana es la masa viviente más difícil de controlar; se comportan como animales, pero no dejan de pensar.

            Si uno analiza las palabras de los Evangelistas, puede darse cuenta de la influencia demoníaca sobre la gente de Nazaret: en un renglón están felices, en el siguiente ya montaron en cólera.  Narra San Lucas, el médico: ”. . . Y todos daban testimonio de él y estaban admirados de las palabras llenas de gracia que salían de su boca. Y decían: “¿Acaso no es éste el hijo de José?. . .”

            Y San Mateo, el recaudador de impuestos, lo dice por el estilo: “. . . les enseñaba en su sinagoga, de tal manera que decían maravillados: ‘¿De dónde le viene a éste esa sabiduría y esos milagros?  ¿No es éste el hijo del carpintero?  ¿No se llama su madre María, y sus parientes Santiago y Judas?. . .”

            De primera instancia, como primera reacción, denotan felicidad, gozo, alegría; acto seguido se ve la indiscutible influencia del Diablo: duda, intriga, vacilación, cuestionamiento.  El mismo método de siempre, ¡¿por qué no lo habremos entendido ya?!  No hay nada nuevo en el accionar de los demonios, hacen exactamente como el Príncipe de las Tinieblas hizo en el Edén: desacreditar la verdad.  Pero lo malo no es que ellos no se diversifiquen en sus métodos, lo peor es que nosotros sigamos cayendo en sus estúpidas trampas. 

            Y una vez lograda la confusión, lo demás es esperar para ver qué se les va a ocurrir a los humanos.  ¡Y allá van todos!  La soberbia por delante. “. . . ¿No es éste el hijo del carpintero?. . .”; claro está, la observación lleva envidia incluida.  Así es como empieza una turba: basta con que alguien diga la primera estupidez.  ¡Si esto no es acecho del Demonio sobre el Mesías, ¿entonces, qué es?!  Solo en Jerusalén, dentro de tres años en ocasión de la Pascua, se verá algo superior en cuanto a gente enloquecida.  Así de grave fue este momento.

            Obviamente, el Divino Maestro también se dio cuenta del ataque de Satanás y sus huestes; y va a dejarles muy claro la gravedad del asunto.  Les cita a Elías y a Eliseo con las curaciones efectuadas a extranjeros en tierra de Israel.  Y además nos deja una de sus frases máximas: “En verdad os digo que ningún profeta es bien recibido en su patria.”  Por si antes no sabíamos el profundo significado de estas palabras, hoy debemos aprender  que se aplican a todas esas situaciones en donde la soberbia nos vence, en donde la envidia nos derrota, en donde nos ponemos a disposición del mal; como los nazaritas contra Jesús.

                        Estaban tan poseídos todos por las huestes del Demonio, que la turba siguió ‘in crecendo’ (porque el mal, solo genera más mal), y ahora hasta quieren matarlo despeñándolo afuera de Nazaret. Sin embargo, Jesús impone su presencia en medio de ellos y se retira del lugar sin que nada le suceda.  Estuvo muy cerca, pero esta vez también será derrotado Satanás, porque a pesar de no haber podido realizar ‘muchos milagros’, según asienta San Mateo, nunca más regresará a Nazaret a predicar la Buena Nueva; solo esa ocasión tuvieron sus paisanos para escucharlo y seguirlo.  Pero entre ellos, o mejor dicho, en cada uno de ellos, una multitud de demonios se abatieron contra el Mesías en esa amarga visita de Jesús a Nazaret.

            Qué experiencia más terrible debió haber sido ésta para los Santos de Dios.  Allí están María y José, sus queridísimos padres;  Cleofás, María, Santiago y Judas, sus parientes; Leví, el de Cafarnaúm; Felipe, Simón (Pedro) y Andrés, los de Betsaida; Juan y Santiago, los hijos de Zebedeo; también se encuentran Simón el de Caná; y Natanael, Judas y Tomás, los de Jerusalén.  ¡¡Están todos sus Apóstoles, y esto sucede EN EL PRIMER VIAJE QUE HACEN JUNTO CON EL RABBONI!! Enmudecidos debieron haber quedado todos ante los terribles acontecimientos; y sucedió precisamente en Nazaret, en donde se crió y creció Jesús. 

            Habrá muchas otras ocasiones que recordarán en este mismo sentido: con el acecho del Demonio sobre el Mesías.

Afectísimo en Cristo de todos ustedes,

 

Antonio Garelli

 

 

 

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Solo por el gusto de proclamar El Evangelio.



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