"LA VID VERDADERA" (33) Última de la serie.

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¡Alabado sea Jesucristo!

 

Ciudad de México, Marzo 11 del 2016.

 

33.- “PARÁBOLA DE LA VID VERDADERA”      (Última de la serie)

(Jn 15, 1 – 8)

“Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador.  Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto.  Vosotros estáis ya limpios gracias a la Palabra que os he anunciado.  Permaneced en mí, como yo en vosotros.  Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. 

Yo soy la vid; vosotros los sarmientos.  El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada.  Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden.

Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis.  La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto y seáis mis discípulos.”

 

ACTOS DE PREPARACIÓN:

            Ven a mí, bendito don de la Fe, inunda mi ser para que comprenda yo el significado de cuanto se quiere decir, antes que de lo dicho.  Que sea mi sobrenaturalidad la que actúe y no solamente mi escasa inteligencia.  

Y Tú Esperanza portentosa, que llevas mis ser más allá de mis posibilidades materiales, fortalece mi espíritu para anhelar con mayor vehemencia mi estancia frente al Señor.

            Y así, juntas con la Caridad, pueda yo proyectarme en las labores que el Señor quiere que me afane, para ser digno portador de Su mensaje a mis hermanos los hombres.

PETICIÓN:

            Jesucristo, Señor y Redentor mío, dígnate escuchar mis peticiones en esta ocasión, para que unido al Espíritu Santo, pueda transmitir al prójimo un mensaje de consuelo en sus momentos de angustia.

EL TIEMPO Y EL LUGAR:

Están en la casa de Jerusalén, donde celebraron la Última Cena.  Este es un fragmento de los magníficos discursos del Señor en esa multivalente ocasión.  San Juan, que estuvo presente en ese inolvidable momento y lugar, recrea con lujo de detalles las oraciones y consejos de Jesucristo a sus Apóstoles.  Esta es, por lo tanto, la última de las Parábolas de Jesús de Nazaret, magistralmente descrita por el Evangelista más de sesenta años después, al escribir su legado para la Iglesia del Siglo I, y para la de todos los siglos siguientes.

LOS PERSONAJES Y ELEMENTOS:

El viñador, es El Padre.  La Vid, es Jesús.  Los sarmientos, somos todos los cristianos, soy yo; quien ha oído La Palabra veinte siglos después de haber sido dicha por primera vez.  El fruto, son nuestras acciones como discípulos del Señor.  La separación de los sarmientos y su eliminación, es el resultado de nuestra propia existencia si nos desapegamos del Evangelio.

MEDITACIÓN:

En apenas trece renglones, la palabra fruto es repetida por el Divino Maestro en seis ocasiones; como queriéndome resaltar la importancia de ser productivo, de multiplicarme, de dar de lo que he recibido.  Hace tanto énfasis en ello, que pareciera ser lo único verdaderamente importante para mi vida.

Los sarmientos son los renuevos de la vid; son esos brotes retorcidos como rizos, color verde claro y brillante, que empiezan a nacer del tronco y de las ramas de la planta al principio de la primavera, y que hay que cuidar con mucho empeño, pues de ellos brotarán las hojas nuevas de la parra, y por supuesto, las uvas.  Son tan delicados, que tan solo con rozarlos se caen; y por lo tanto, en cada uno que se pierde, se pierde también la posibilidad del fruto esperado.

 Yo creo que esta es la gran significación que tiene el mensaje del Señor en su mashal, en su ejemplo, pues le deja a los sarmientos (a cada uno de nosotros), la tarea de permanecer unidos a La Vid (Jesucristo), para dar fruto.  Lo cual significa que depende de mí mismo permanecer en Él; pues La Vid ya ha permitido que yo brote.  Así pues, si soy de los sarmientos que se caen, seré la basura que se barre y se amontona; una parte de la vid que no sirve más que para ser quemada.  En cambio, si me adhiero con fuerza a Él, si permanezco fiel a Su Palabra, está garantizada mi cosecha, los frutos tan solicitados por Cristo.

Cuando San Juan le escribe a los Cristianos del Primer Siglo esta parábola (todos ellos conocedores de viñedos), les está planteando claramente cuál debe ser la meta como seguidores del Señor.  Ya para esos años, 90 d. C., muchos cristianos han dejado de apegarse a las enseñanzas de los Apóstoles y a los Obispos que ellos han designado para sucederlos; ya no están dando fruto pues se han apartado de La Vid Verdadera.  Por eso Juan ya no escribe un evangelio sinóptico, sino uno teologal; como anticipando también nuestra existencia y nuestro rendimiento en frutos, como cristianos muy posteriores a la venida del Mesías.

Esta es también la razón por la que Juan solo escoge dos parábolas: El Buen Pastor y La Vid Verdadera.  La primera para que yo reconozca la Misericordia de Dios y la segunda para que sepa cuál es el Plan Divino en mi alma.  Con el Buen Pastor me siento protegido, amparado; con La Vid Verdadera debo sentirme comprometido, involucrado.

Así, el camino a la salvación es muy claro, muy definido: estar en el redil del Buen Pastor redunda en ser considerado dentro de los ‘benditos del Padre’; pero para ello debo permanecer unido a La Vid, única forma de dar mucho fruto.  Lo contrario, es la desolación y la destrucción.  Yo, como cristiano del Siglo XXI debo cuestionarme con firmeza: ¿El Buen Pastor me conoce por mi nombre? ¿Soy sarmiento unido a La Vid?  Cualquier respuesta en negativa, significará sin lugar a dudas, que no estoy en el camino de la salvación.

FRUTO:

VOY A ESCRIBIR DOS PROPÓSITOS TANGIBLES Y ALCANZABLES QUE DEBERÁN CAMBIAR MI VIDA, A FIN DE SER UNA PERSONA CONGRUENTE ENTRE LO QUE ACABO DE APRENDER DE JESUCRISTO Y LO QUE DEBO HACER COMO UN DIGNO SEGUIDOR DEL SEÑOR.

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ORACIÓN A MARÍA:

            Santa María de Guadalupe, que quisiste mantener tu presencia entre nosotros como Reina de la Evangelización del Nuevo Mundo, permíteme acogerme a tus maternales cuidados a fin de ser digno apóstol de Tu Hijo entre mis hermanos.

Por Jesucristo nuestro Señor.  Amén.

PADRENUESTRO – AVEMARÍA

En el nombre del Padre + y del Hijo + y del Espíritu Santo.  Amén.

 

Afectísimo en Cristo de todos ustedes,

 

Antonio Garelli

 

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Solo por el gusto de proclamar El Evangelio.



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