LAS TENTACIONES EN EL DESIERTO (11de77)

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¡Alabado sea Jesucristo!

 

 México, D.F., Septiembre 12 del 2014

  

II.1.- LAS TENTACIONES EN EL DESIERTO

(Mt 4, 1-11; Lc 4, 1-13; Mc 1, 12-13) 

“Jesús, lleno del Espíritu Santo, se volvió del Jordán y era conducido por el Espíritu en el desierto, durante cuarenta días, tentado por el Diablo.  No comió nada en aquellos días y, al cabo de ellos sintió hambre. 

Entonces el Diablo le dijo: “Si eres el Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan.”

 Jesús le respondió: “Está escrito: No solo de pan vive el hombre.”

Llevándole luego a una altura le mostró en un instante todos los reinos de la tierra y le dijo el Diablo: “Te daré todo el poder y la gloria de estos reinos, porque me la han entregado a mí y yo se la doy a quien quiero.  Si, pues, me adoras, toda será tuya.”

Jesús le respondió: “Está escrito: Adorarás al Señor tu Dios y solo a Él darás culto.”

Le llevó después a Jerusalén, le puso sobre el alero del Templo y le dijo: “Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: ‘A sus ángeles te encomendará para que te guarden’ y ‘En sus manos te llevarán para que no tropiece tu pié en piedra alguna.’

Jesús le respondió: “Está dicho: No tentarás al Señor tu Dios.”

Acabada toda tentación, el Diablo se alejó de  Él hasta el tiempo propicio.”

 

            Finalmente tienen contacto directo Satanás y Jesús de Nazaret.  Nada media entre ellos; están solos en un páramo más de desolación que de vida.  El lugar induce a la ascética y Jesucristo ha ido allí para una meditación profunda que lo acerque al Padre.  Ni siquiera pensará en comer con tal de lograr esta meta: estar en comunión con Dios.  Una infinita multitud de seres celestiales les atisban; es el encuentro que todos han esperado por milenios.  El enfrentamiento del Mal que gobierna el Mundo, contra el Bien que ha bajado del cielo para salvarlo y liberarlo de la esclavitud del pecado y de la muerte.  Nadie intervendrá ni a favor ni en contra; solos, el Diablo y el Cristo, van a dirimir las diferencias entre la soberbia demoníaca que produjo la desobediencia, y la humildad de acción que corresponde a alguien que quiere hacer la Voluntad de Dios Creador.

            En los macizos rocosos del Desierto de Judea, solo hay insectos, pequeños roedores y reptiles venenosos y de ponzoña.  No es un lugar para la vida humana, pues carece del esplendor de la Creación, tal como Dios la pensó y realizó.  Se podría decir que es más un ambiente propio del yermo del pecado, que un lugar de alabanza.  Aquí ha querido el Divino Maestro empezar sus actos como el Mesías: amalgamarse con el Padre en oración y enfrentar al Demonio, causante de todos los males sobre la humanidad y el mundo.  En esos lugares y con esas circunstancias, el silencio es abrumador; el alma humana, la psiké que nos mueve entre el cosmos y Dios, puede abstraerse de lo material y tocar la espiritualidad que posee.  Solo Jesús es humano en ese momento y en ese lugar.

            Dios hecho hombre ha querido tomar las mismas condiciones personales con las que Adán, el primer hombre, fue puesto sobre la Tierra: perfecto, lleno de Dios, inteligente, con voluntad propia y libre.  Solo sujeto a la Creación en virtud de su persona humana; esto es, limitado por su cuerpo.  Exactamente así está Cristo allí para enfrentar al Maligno; ese mismo que en función de su soberbia hizo que todo se perdiera en el Edén.  Nada ni nadie intervendrá en este enfrentamiento, solo Jesús y el Diablo participarán.  Es el mismo Lucifer de entonces; pero es El Nuevo Adán, Jesucristo, en plan de redimir a los humanos.

            Narra San Mateo acerca de este momento: “. . . Y después de hacer un ayuno de cuarenta días y cuarenta noches, al fin sintió hambre. . .”  Hambre, como cualquier ser humano; sujeción corpórea a la existencia.  Limitación impuesta por el Creador al hombre para sujetarlo al cosmos creado para él.  Y eso lo usa el tentador de inmediato: “Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes.”  El mismo método utilizado en el Jardín del Edén con Eva: “. . . ¿Cómo es que Dios os ha dicho: No comáis de ninguno de los árboles del jardín?”  ¡Gracias a Dios, aquí mismo empiezan las diferencias!  En tanto que Eva entra en conversación con la serpiente (al explicarle: “Podemos comer del fruto de los árboles del jardín.  Mas del fruto del árbol que está en medio del jardín, ha dicho Dios: No comáis de él, ni lo toquéis, so pena de muerte.”), (¡Adán, ¿dónde estabas cuando esto sucedió?!), Jesús es tajante en su oportunidad: “. . . Está escrito: No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.

            La segunda oportunidad deja ver descaradamente de qué está hecho el Diablo: pura soberbia.  El Demonio le muestra a Jesús todos los reinos de la Tierra y le dice: “. . . Todo esto te daré si postrándote me adoras.”  Otra vez como en Edén: “. . . Es que Dios sabe muy bien que el día que comiereis de él, se os abrirán los ojos y seréis como dioses. . .”  Y otra vez la respuesta es diferente: en tanto que Eva juzga que el árbol es ‘. . . bueno para comer, apetecible a la vista y excelente para lograr sabiduría, tomó del fruto y comió. . .’; Jesucristo corta toda comunicación, diciendo: “Apártate, Satanás, porque está escrito: ‘Al Señor tu Dios adorarás, y solo a él darás culto.’

            Y el tercer intento del Diablo (ahora en el alero del Templo de la Ciudad Santa), sube de tono inmediatamente: “Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: ‘A sus ángeles te encomendará, en sus manos te llevarán, para que no tropiece tu pie en piedra alguna.’”  La misma treta que había dado éxito con Eva: “. . . De ninguna manera moriréis. . .”  Pero ahora el resultado es diferente: Cristo responde con autoridad: “. . . También está escrito: ‘No tentarás al Señor tu Dios.’”  ¡Este humano sí sabe!  

            Allí está la diferencia: dejar a un lado nuestras necesidades (como cosa prioritaria), borrar la duda de toda nuestra existencia y poner a Dios como primicia.  ¡Esa era la forma!  Y este humano, Jesús, sí pudo contra el Maligno.  ¡Él sí apartó sensualidad y soberbia para seguir siendo digno de Dios!

            Nada logra el Satán; Cristo Jesús aprueba en su ‘forma como hombre’ los embates del mal, habiendo sido tentado en la misma dimensión que nuestros primeros padres.  El tan esperado encuentro del hombre para vencer al Diablo se ha dado, y Jesucristo ha salido victorioso.  ¡El acecho del Demonio sobre el Mesías una vez más ha sido vencido! Pero éste no es de fiarse, continuará atacando; intentará por todos los medios disuadirlo, desanimarlo, abrumarlo en su camino a la Redención. 

            A mí me encanta como termina Leví de Cafarnaúm (Mateo), esta parte del Evangelio: “Entonces el Diablo le deja.  Y he aquí que se acercaron unos ángeles y le servía.”  ¡Qué belleza! Por eso la Iglesia canta: “Gloria a Dios en el Cielo y en la Tierra paz a los hombres que ama el Señor.”

Afectísimo en Cristo de todos ustedes,

 

Antonio Garelli

 

 

 

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Solo por el gusto de proclamar El Evangelio.



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