LOS CONVERSOS (22)

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¡Alabado sea Jesucristo!

 

Ciudad de México, Agosto 18 del 2016.

 

Veritelius de Garlla, Apóstol Gentil.

(22)

Apollonia, Cyrenaica

Iulius IX

Año XX del Reinado de Tiberio Julio César

LOS CONVERSOS 

Ya no tengo tiempo de dormir, al final de la última vigilia saldrá la liburna del correo del César y debo enviarle un escrito informando esto que me ha sucedido; también debo escribir a Domiciano para que realice una investigación al respecto.

 

Apollonia, Cyrenaica, Iulius IX, del

 Año XX del Reinado de Tiberio Julio César

                                                    

            Divino Tiberius Iulius Cæsar, Imperator Maxîmus:

            Guiados por los dioses hemos llegado con bien a este lugar.  En cumplimiento a sus órdenes respecto del “Christus Mandatus”, he conversado con SIMÓN DE         CYRENE, el hombre que según el reporte de ordenanza del ‘Juicio de Poncio Pilatus a Iesus Nazarenus’, fue forzado para ayudar al  Rabbuni a cargar la        cruz de su martirio. 

 

            Sus declaraciones son impactantes y llenas de un gran espíritu de perdón y           paz.  En mi próxima misiva enviaré transcrito su testimonio. Tengo nombres      de contactos y formas de ayuda para sus causas, siendo todas de fraternidad.

 

                                                                                  ¡Ave César!

                                                           Tribunus Legatus Veritelius de Garlla

 

 

Él, Tiberio César, ya debe saber de la existencia de este hombre, pero que esté enterado de que ya le he podido contactar servirá para su paz interior; esa que no le deja tranquilo desde hace mucho tiempo.

 

Apollonia, Cyrenaica, Iulius IX, del

 Año XX del Reinado de Tiberio Julio César

                                                     

General Magíster Legionario Domiciano Alves:

Urge  integrar una relación de nombres de los Iudarum prominentes de Roma     que hayan visitado Hierosolyma (Jerusalén) entre Martis XXVI e Maius XV, de este año; que hayan presenciado la Fiesta de Pentecoste en esa ciudad de        Iudae, y hayan escuchado el discurso de Simón Pedro.  Son proselytus Iudaicus.

No hace falta que tú entiendas de qué se trata; tus preguntas solo deben ser si      estuvieron allá y si oyeron las palabras de Simón Pedro, pescador de Galilea.       Muy importante conocer, oficio anterior y actual; la lista debe ser de más de        CIEN NOMBRES DE HOMBRES solamente, a contrario sensu, está         incompleta. Esta información no me debe ser enviada; terminar completa y reservarla.  Yo estaré en Roma para su consulta.

                                                                                  ¡Ave César!

                                                           Tribunus Legatus Veritelius de Garlla

 

 

En la milicia la información tiene sus tiempos: lo primero es saber quién es el enemigo; lo siguiente es saber dónde está; y al final saber cómo funciona.  Ese mismo proceso seguiré ahora, pero con gente buena; no con enemigos. ¿O sí?  Realmente he quedado impresionado con el testimonio recibido de Simón de Cyrene; no creo que vaya a haber uno más conmovedor y dramático que éste, pues el lugar que a él le tocó ocupar en este asunto, es el más angustioso de todos.  Claro, faltan muchos por oír, pero éste es impactante.  Su información me ayudará mucho en el proceso contra Poncio Pilatus, pues ha narrado claramente una multitud de excesos y fallos cometidos.

 

Los scriptôris que nos acompañan están realizando un gran trabajo, igualmente Nikko Fidias con sus resúmenes de la Torá, que nos dio el Sacerdote Theodorus en Capreæ.  Hasta ahora tengo claros varios puntos:

·        El Pueblo Hebreo (después Israel), desde su Primer Patriarca, Abraham, ha sido gobernado de forma Theocrâticus, esto es, todo cuanto realizan está directamente ordenado por Dios y sus Ministros; por lo tanto, éstos son gente de gran influencia entre la población en asuntos políticos.

·        De Abraham a Moisés, se mencionan además a Isaac y a Jacob como Patriarcas.  Durante todo el tiempo que el Pueblo de Israel permanece en Ægyptus, no aparece ningún otro nombre como ‘dirigente’ de esta numerosa nación desde que José los trajo a vivir a la Tierra del Nilus, con la autorización y beneplácito del Pharaón Amenemes, hace casi dos mil años.

·        Las Doce Tribus de Israel son:

      - Hijos de Jacob y Lea, su primera esposa: Isacar, Judá, Leví,          Rubén, Simeón y Zabulón.

      - Hijos de Jacob con Raquel, su segunda esposa: José (el que fue   vendido en Ægyptus y se convirtió en Primer Ministro y en      poderoso administrador; el que los llevó a ese país) y Benjamín, el       hijo más pequeño de todos.

      - Hijos de Jacob y Zilpá, esclava de él: Gad y Aser; éstos por lo      tanto son de segunda categoría.

      - Hijos de Jacob y Bilhá, otra esclava: Dan y Neftalí, también de     categoría inferior.

·        Desde Moisés, el manejo de las ‘Cosas Santas’ y del Tabernáculo (una especie de Templo movible), se encomendó a la Tribu de Leví, los levitas, siendo ellos los únicos Sacerdotes (unos Sumos); cualquiera de otra tribu es ilegible, usurpador, ilegal y apostâta.

·        La Ley y las ‘recomendaciones’ de Moisés, son una amplísima redacción del número casi infinito de acciones del ‘bien actuar’ del Pueblo respecto de Dios, a quien en muy pocas ocasiones llaman con su nombre que es “Ya Havá Wé Hayá”, “Yo Soy El Que Soy”.

·        No había ni Escribas ni Fariseos en tiempo de Moisés.

 

Hasta aquí tengo claros a los Iudaicus en sus antepasados y orígenes; ahora me falta la historia de ellos en los últimos mil quinientos años.  Tengo ya la de los Macabeos, que son solamente judíos y de hace doscientos años, en donde yo puedo definir una apostasía, pues los dirigentes religiosos de ellos, sacerdotes y Sumo Sacerdotes no eran levitas, sino solo judíos; algo que contradice la Ley de Moisés, además de incumplirla. Ese es el caso de Hircano II a quien ejecutó Herodes el Grande hace cincuenta años por conspiración; y de quien Herodes Antipas, su hijo, ahora gobierna Galilea, pero éste no es Rey, sino solamente Tetrarca.  Además un dato importante es que es tío de Herodes Antipas, aquél iudaicus compañero de la infancia de Calígula en la corte de Tiberio.  Tengo mucha suerte de haber tomado esta ruta hacia Hierosolyma, pues además de haber conocido aquí en Apollonia a Simón de Cyrene, estaremos en  Alexandria, en donde está la biblioteca más grande del Imperio Romano.  Allí conseguiré la información que me falta sobre el Pueblo Iudarum.

 

Debo incluir entre la gente con la que he de hablar en Cesarea de Palestina o en Jeru-salem, a los Doce Apóstoles que me dio Simón de Cyrene:  Simón, Pedro, que es el Principal entre ellos y su hermano Andrés, así como a Felipe, todos de Bethsaida; Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo; Iudas Tadeus y su hermano Santiago el Menor; Leví, el hermano del Fariseo Misael de Capharnaum (llamado Mateo por el Rabbuni); Simón de Caná (‘el zelote’ –este me suena peligroso); Bartholomeus Natanael, de Hierosolyma; Tomás (el gemelo), y Matías, el último escogido.

 

La siguiente actividad en Apollonia es una reunión con los Proselytus Conversus, esos Iudarum y gentiles que han dejado su religión anterior y ahora siguen los mandatos de Iesus Nazarenus; está conmigo Camito Apión a quien yo he llevado.  Además he traído a tres scriptôris para tomar nota de cuanto se diga y sirva para Tiberio César.  Será muy interesante escucharlos.  La reunión la encabeza Simón de Cyrene, a quien todos han tomado como su guía espiritual y su principal:

–        Hermanos todos en El Señor Iesus Christus; les he llamado porque tenemos en Apollonia la visita de un ilustrísimo Ciudadano Romano el Tribunus Legatus Veritelius de Garlla; él es un enviado Plenipotenciario del Emperador para revisar nuestros reclamos de justicia ante la infamia cometida contra Iesus Nazarenus, nuestro Salvador, por lo que debemos alegrarnos mucho, pues nuestras oraciones han sido escuchadas.  Igualmente debemos agradecer al Procurador de Cyrenaica Camito Apión, quien también nos acompaña, por su intervención y la efectividad de sus buenos oficios.  Y como ésta es una reunión solemne para declara nuestra Fe, quiero invitarlos a que todos nos pongamos de pié y oremos al Señor:   

 

“Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles

            y enciende en ellos el Fuego de Tu amor;

            envía Señor Tu Espíritu Creador;

            y se renovará la faz de la tierra”.   Amén.

           

            Veritelius de Garlla, Plenipotenciario de Tiberio Julio César, hablará     para nosotros.

 

Impresionante la oración del Sanctus Cyrenaico.  La audiencia es de más de cincuenta hombres, no hay ni mujeres ni niños; me presento ante ellos, les digo la razón de mi estancia en Apollonia y el por qué de mi viaje a Jerusalén.  Les ofrezco que en breve podrán darse cuenta de la magnificencia de la Legis y la Iustitia Romanas y los encamino hacia donde deseo que esta reunión vaya:

 

–        Ciertamente todos ustedes están ansiosos de que se haga justicia en este caso de Iesus Nazarenus; y se hará, yo lo garantizo.  Pero ahora lo más importante es que yo tenga testimonios de mucha gente para su defensa y la incriminación de aquéllos que fallaron en su contra.  Por ello, le pido a los que hayan sido seleccionados nos cuenten los detalles de su propia  experiencia con el ‘Mashiaj’. De inmediato se levanta un hombre y dice:

 

–        Soy Lamec, nací en Apollonia de padre y madre iudaicus; viajé a Cafarnaúm hace dos años pues tenía un mal congénito que me impedía hablar; los únicos sonidos que podía yo emitir, eran gritos desaforados y sin poder pronunciar palabra alguna.  Muchos aquí me conocieron así: mudo; incapaz de poder decirles cuánto les amaba.

      Yo no soy gente que pueda pagar viajes; y caminar desde Apollonia hasta          Cafarnaúm, me hubiese costado la vida antes de llegar.  Pero era tal mi             deseo de ver a Iesus Nazarenus, que vendí la tierra que me habían            heredado       mis padres para costear el viaje en navis desde aquí hasta        Sidón, en       Fenicia; desde donde caminé hasta la rivera del Lago de     Tiberíades, en       donde sabía que podía ver al Divino Rabbuni.

      Esperé hasta que llegó, habiendo pasado cuatros días sin comer ni beber           agua, pues era mi sacrificio ofrecido al Señor nuestro Dios. Finalmente el 10       Tishrei, que es nuestro día más Glorioso dentro de las Fiestas Judías,         el         Yom Kippur, Día de la Expiación; se presentó el Señor y corrí      desesperadamente para verle, pues yo sabía que con tan solo verle podría       sanar.  Cuando llegué delante de Él, me detuvieron Santiago hijo de Zebedeo    y Simón, Pedro; dos hombres muy fuertes, justo a unos pasos del Rabbuni.         Él se detuvo, me miró y me dijo:

                   –“¿Qué quieres Lamec?”  Él nunca antes me había visto, ni yo a                           Él; y sin embargo, me preguntó llamándome por mi nombre.                                 Entonces yo le dije:

                  – “¡Quiero poder hablar, Señor; quiero poder decirles a todos lo que                     sé y lo que siento por ellos, Rabbuni; nunca he podido hacerlo!”.  Y                                    en ese momento Simón, Pedro, dijo:       

                  – “¡Pero si ya hablas, hombre!”.             

Y hasta entonces me di cuenta que ya hablaba.  Desde ese día, y hasta Pentecoste, estuve allá, pues Él me había aceptado entre los suyos.  Simón, Pedro, me envió junto con Simón de Cyrene a predicarles a nuestros hermanos en Apollonia y así lo hacemos.

 

Muchos de los aquí reunidos lloran con una emoción tan grande que hasta la trasmiten a los demás, que también sollozan. 

Un momento después, se levanta el siguiente de en medio de la concurrencia y dice:

–        Me llamo Eliud, soy de Apollonia de padre cartaginés y madre judía.  Soy Ciudadano Romano porque fui Soldado Legionario en Ægyptus, hasta hace dos meses cuando fui herido con una espada y la herida no me sanaba, sino que se me infectó, hasta casi causarme la muerte.  En el hospitîum en Alexandria me preguntaron si quería morir allá o en Apollonia; y yo decidí que acá, con mi familia.  En la navis que me subieron, venían Simón y Lamec desde Gaza, con el mismo rumbo.  Cuando Simón supo que yo estaba abordo, fue hacia mí y me dijo:

       – “¿Conoces a Iesus Christus?, Él te puede salvar”.

       Yo conocí al Salvador en Jericó, en una visita que Él hizo allá, en donde            yo estaba asignado como patrulla de orden.  Solo lo vi pasar, pero sus    grandes ojos, como verdes olivas maduras me miraron, se quedaron grabados en mi mente de tal forma que nunca los olvidé.  Y ese día en que Simón se acercó a mí y me dijo eso, vi en él los ojos de Iesus Nazarenus (y como Usted puede ver, Señor, Simón tiene los ojos color carbón), entonces le contesté:

       –“Sí, sí le conozco; sí sé quién es.”,  y él me dijo.

       –“Pues si crees en Él, te salvarás”.  Y se quedó conmigo rezando.

      Usted sabe, Tribunus Legatus, lo que significan las heridas en donde se vuelcan para afuera los intestinos y las vísceras; son muerte segura.  Así estaba yo; ¡y así estoy ahora, Señor, perfectamente sano!  Y en el mismo    instante el hombre se abre su túnica para enseñar la enorme cicatriz del       espadazo recibido.

 

Fueron diez los hombres que hablaron, cada cual con su vivísima experiencia siempre con Iesus Christus de por medio; yo estaba atónito, no daba cabida a cada una de las cosas que estos individuos narraban.  Al terminar la sesión, solo me interesaba saber si mis scriptôris habían tomado nota de cuanto habíamos escuchado; y compruebo que así lo han hecho.

 

Empezamos esta reunión a la cuarta hora del día y el tiempo se ha ido tan rápido, que ya es la hora de cenar; nos despedimos de todos y Camito Apión y yo vamos hacia el Pretorio, en donde ha preparado una cena con sus más altos oficiales del Ejército Imperial Romano; y los hombres más importantes de la comunidad de Apollonia.  Le anticipo insistentemente que yo me retiraré muy pronto, pues no he pegado los ojos para dormir en todo un día más dos vigilias.  El buen hombre se apiada de mí y ofrece brevedad en la celebración; sin embargo me pide que asista, pues ya nos esperan y es una ‘cena oficial’.

 

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Afectísimo en Cristo de todos ustedes,

  

Antonio Garelli

 

 

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