"LOS DOS HIJOS" (24)

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¡Alabado sea Jesucristo!

 

Ciudad de México, Enero 7 del 2016.

24.- “PARÁBOLA DE LOS DOS HIJOS”

(Mt 21, 28 – 32)

“Pero, ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos.  Llegándose al primero, le dijo: ‘Hijo, vete hoy a trabajar en la viña.’  Y él respondió: ‘No quiero’, pero después se arrepintió y fue. Llegándose al segundo, le dijo lo mismo.  Y él respondió: ‘Voy, Señor’, y no fue. 

¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?”  –El Primero – le dicen. 

Díceles Jesús: “En verdad os digo que los publicanos y las rameras llegan antes que vosotros al Reino de Dios.  Porque vino Juan a vosotros por camino de justicia, y no creísteis en él, mientras que los publicanos y las rameras creyeron en él.  Y, vosotros, ni viéndolo os arrepentisteis después, para creer en él.”

ACTOS DE PREPARACIÓN:

            Voy a asirme del Divino Don de la Fe, pues solo con él podré estar abierto al mensaje que Dios me quiere dar el día de hoy.  Por supuesto que éste no está en las palabras que leeré y entenderé con mi razonamiento; se encuentra en la interpretación, que solo con mi alma dispuesta y con mi corazón contrito puedo lograr de cara a Cristo.       

Así, con la Esperanza firme y atenta a la voluntad de Dios, puedo captar para beneficio de mi salvación toda la riqueza del significado de sus palabras, que son verdad y vida en mi existencia.

Y dispuesto sinceramente a través de la Caridad, me entrego libre y voluntariamente al llamado del Señor.

PETICIÓN:

            Padre Santo, infunde en mí un amor profundo a la obediencia, a fin de que no sea yo capaz de dudar del cumplimiento de tus mandatos en mi vida y sea con ello fiel servidor de Tu Palabra. 

EL TIEMPO Y EL LUGAR:

Jesús está ya en Jerusalén; es la última semana de su vida, el fin de su Ministerio.  Permanece casi todo el día en el Templo y el acoso de los Sumos Sacerdotes es constante; ya se han presentado enfrentamientos orales entre ellos y el Divino Maestro, con respecto a sus enseñanzas. 

En esta ocasión el Señor predicará con parábolas dirigidas a la clase gobernante de los judíos y a los Escribas y Fariseos que los apoyaban.  Éstos detentaban el poder y la interpretación y aplicación de las Escrituras, algo que hacían siempre en favor de sus intereses y para engrosar sus fortunas e incrementar su influencia.

LOS PERSONAJES Y ELEMENTOS:

El hombre, es Dios.  Los dos hijos, soy yo; cuál de ellos, depende de mi actitud ante el llamado del Señor.  La viña, son los círculos de mi vida: mi familia, mis amigos, mis colaboradores.  En una palabra, mi prójimo; los más cercanos a mí y a los cuales desatiendo con mucha frecuencia.  O los más lejanos, de los que ya ni sé si viven o no.

MEDITACIÓN:

Cuántas y tantas veces en mi vida me he percatado de mis actitudes, a veces negativas, ante la voz de Dios.  Por supuesto que le oigo, pero a menudo hago lo posible por no escucharlo.  (Oír, es percibir el sonido; escuchar es poner atención a lo que se oye).  Otras veces le escucho y hasta le respondo; pero pronto me olvido de lo que le dije, y nada hago.  Y las perores, por supuesto, son cuando con mis actitudes, le miento.

Estoy igual que los Fariseos a los que Jesús les dice esta parábola; conozco perfectamente el asunto y lo importante de mi participación, pero decido mantenerme al margen de toda acción.   Oigo la voz de Dios (en mi esposa, en mis hijos; en un amigo o un pariente necesitado; en un trabajador o dependiente mío con alguna urgencia; - pues todos ellos son la voz de Dios para que trabaje en su viña-), y a mí se me ocurre poner toda clase de pretextos para no actuar.  Me invaden la soberbia, el egoísmo y la vanidad; en lugar de ‘revestirme de amor, como vínculo de perfecta unión’, como dice San Pablo.

Jesucristo hace un planteamiento claro y comprometedor: la respuesta debe ser solo una, actuar.  Pero, ¿qué hay de mí?, ¿le contesto a Dios que sí participaré y luego no hago nada?, esto es, ¿le miento al Padre? O ¿es mi primer impulso rechazar las oportunidades que el Señor me da para su gloria y alabanza; y después cuando ya no aguanto a mi conciencia que me repite lo mal que estuve, es que me decido a actuar?  Sabiendo Jesús la clase de gente que eran aquellos fariseos, es que no menciona en su parábola al ‘hijo justo’, al que le basta con oír al Padre, para actuar de inmediato.  No como los Fariseos y como yo, que aún escuchando y sabiendo, o miento o me arrepiento.  Y está bien arrepentirse, pero, ¿no sería mejor estar siempre dispuesto a las indicaciones del Señor?  Humildad y obediencia, eso es lo que me falta para ser digno de Dios.

Si mi Fe solo modifica mi conocimiento, es Fe de sapiencia, no de acción; y si mi Fe no actúa, está muerta.  Si por Fe me percato del llamado de Dios y nada hago, no soy digno de esa Fe, pues no la sigo, no la ejecuto.  La Fe debe moverme al bien, que es acción para todas las cosas.  La voz de Dios ha de ser en mi alma como el viento que mueve las espigas en el campo: el viento sopla, la espiga se mueve. Esto es: Dios habla, yo ejecuto.  De nada me sirve creer en Dios si mis manifestaciones son inertes a Su palabra.

Igual sucede con la Esperanza; fallece por la inmovilidad.  Y peor aún si no es la mía, sino la de mi prójimo; que ve en mí ese rayo de luz que le indica el camino para llegar a Dios.  Porque el Padre se vale hasta de mí para realizar sus propósitos; solo que debo estar atento a sus mandatos y ejecutarlos.

Y qué decir de la Caridad, que es la acción de Dios entre los hombres.  ¿Cómo puedo imaginarme un Amor Divino, (que ha sido puesto en mí Providencialmente en el Bautismo junto con la Fe y la Esperanza), sin actuar, sin ejecutar, inmóvil?  ¡Ese Amor no existe!  ¡En todo caso, soy yo quien lo mantiene atado e inservible! Por eso, ¡Hazme, Señor, instrumento de Tu Amor!

FRUTO:

VOY A ESCRIBIR DOS PROPÓSITOS TANGIBLES Y ALCANZABLES QUE DEBERÁN CAMBIAR MI VIDA, A FIN DE SER UNA PERSONA CONGRUENTE ENTRE LO QUE ACABO DE APRENDER DE JESUCRISTO Y LO QUE DEBO HACER COMO UN DIGNO SEGUIDOR DEL SEÑOR.

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ORACIÓN A MARÍA:

            Virgen Santísima, yo quiero ser como Tú; dispuesto a que se haga la Voluntad de Dios en mí; ayúdame a ser dócil y a estar atento a las invitaciones de Tu Hijo, para que me convierta en un siervo de sus mandatos.

Por Jesucristo nuestro Señor.  Amén.

PADRENUESTRO – AVEMARÍA

En el nombre del Padre + y del Hijo + y del Espíritu Santo.  Amén.

Afectísimo en Cristo de todos ustedes,

 

Antonio Garelli

 

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Solo por el gusto de proclamar El Evangelio.



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