LOS SIERVOS VIGILANTES (13)

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¡Alabado sea Jesucristo!

Cancún, Q.R., México, Octubre 15 del 2015

 

13.- “PARÁBOLA DE LOS SIERVOS VIGILANTES”

(Lc 12, 35 – 40)

“Estén ceñidos vuestros lomos y las lámparas encendidas, y sed como hombres que esperan a que su señor vuelva de la boda, para que, en cuanto llegue y llame, al instante le abran. Dichosos los siervos, que el señor al venir encuentre despiertos: yo os aseguro que se ceñirá, los hará ponerse a la mesa y, yendo de uno a otro, les servirá. Que venga en la segunda vigilia o en la tercera, si los encuentra así, ¡dichosos de ellos!

Entendedlo bien, si el dueño de la casa supiese a qué hora iba a venir el ladrón, no dejaría que le horadasen su casa. También vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre.”

ACTOS DE PREPARACIÓN: Este es el evento más importante y menos comprendido de mi existencia:

Mi Juicio Final; por lo tanto, imploraré al Señor todo el poder de su bendito don de la Fe, para estar abierto a sus palabras y el significado de cuanto ellas guardan para mí. Para entonces nada valdrá, solo creer cuanto Dios diga.

Para este preciso instante de nuestra vida es que la Esperanza, como Don de Dios, tiene su razón. Solo hay dos cosas después del Juicio Final de cada quien: aguardar por la vida eterna celestial o, a falta de méritos e indulgencias, sufrir las consecuencias de ‘la muerte segunda, de la cual ya no hay resurrección’.

Y si por alguna circunstancia de mi vida pasé por alto el inmenso valor del Divino Don de la Caridad, aquí es cuando sabré por qué ‘el amor nunca pasa’ y por qué todos somos ‘juzgados en el amor’.

PETICIÓN: Jesucristo, creador y redentor mío, ayúdame a permanecer expectante a tus designios para poder recibirte alegremente todos los días de mi vida.

EL TIEMPO Y EL LUGAR: En verdad, qué días más increíbles debieron haber sido esos en los cuales el Divino Maestro se ponía a enseñar a la gente; ya fuera en Cafarnaúm, en la pobre casa de Pedro a la orilla del Lago; en Jericó, en la explanada de la mansión de Zaqueo; o aquí, en Bethania, en la hacienda de Lázaro su amigo. Además, estando tan cerca de Jerusalén, me imagino el gentío que debió haberse reunido en esta ocasión para su predicación. ¡Cómo debieron haber disfrutado todos esas largas estadías del Rabbuní! Ya sean los dueños de la casa (que en gran honor recibían, hospedaban y atendían al Señor), o los asistentes, invitados o no, a tan grande ocasión; solo recordarlo me anima el alma. Pero esta vez es exclusiva, solo se la ha dicho a los discípulos, a sus más allegados, a los que andan con Él de continuo. Éstos a los que se les está terminando el tiempo de disfrutar al Gran Rabboni, aunque ellos no lo saben (o no se han dado cuenta), a pesar de los anuncios de la pasión que ya les ha hecho el Señor. Y como Jesús sí lo sabe, les quiere dejar claro, muy claro, algunas cosas.

LOS PERSONAJES Y ELEMENTOS: El señor que está fuera de casa, es Jesús después de su muerte y resurrección; los siervos que permanecen despiertos, somos todos los que queremos ser seguidores del Maestro. El regreso del amo, es la Segunda Venida de Jesucristo, es el momento de nuestro juicio, después de nuestra vida en la Tierra.

MEDITACIÓN: ¡Qué sutilmente ejemplificó Jesús a sus discípulos el momento culminante de la existencia humana; El Juicio Final! Estar preparado, permanecer vigilante, no dormirme; todos esas son acciones con las que el Señor ejemplifica cuál debe ser mi posición delante del pecado; y estas actitudes de guardia solo puedo mantenerlas si estoy dispuesto, de cara a Él, a seguir sus enseñanzas de amor, de entrega y de misericordia, para mi salvación.

Por supuesto que Jesús sabía cuánto podríamos ser tentados por el demonio para caer en sus argucias; él mismo sufrió las tentaciones y enfrentó a Satanás hasta dominarlo con su inquebrantable deseo de permanecer fiel al Padre. Y si el Verbo hecho hombre lo logró, también yo lo puedo lograr; todo lo que debo hacer es usar el mismo método que Él utilizó: conciencia tranquila, fidelidad a Dios y rechazo tajante a las ofertas del Diablo.

¡Claro, decirlo es muy fácil; pero hacerlo, eso es lo difícil! Nadie ha dicho jamás que vencer al demonio sea algo sencillo, pero lo que sí es cierto es que se puede hacer: con obediencia, esa es la forma. Satanás no puede hacer nada si soy obediente; él solo sabe triunfar sobre los desobedientes, sobre los autosuficientes, sobre los soberbios e incrédulos. Que yo esté vigilante ante el pecado, significa que debo estar pendiente de mis acciones para saber cuál puede ser el resultado de las mismas. Y el resultado también puedo saberlo con anterioridad; solo basta que lo compare con aquello a lo que debo ser obediente, a lo que debo ser fiel, en lo que debo creer.

Pero es que . . .

¡Este es el problema! La duda, la autosuficiencia, la soberbia. Por eso dice el Divino Maestro: “Entendedlo bien, si el dueño de la casa supiese a qué hora iba a venir el ladrón, no dejaría que le horadasen su casa.” ¡Claro está! El Diablo no me va a atacar cuando esté preparado, obediente y fiel; no, lo hará cuando esté desprevenido, cuando haga algo que sé que no debo hacer, cuando sea infiel a mis promesas y a mi Dios.

Vigilar, esa es la acción más poderosa contra el demonio. Y todavía está el otro asunto, no menos importante: ¿cuál será mi último día? No lo sé; y por lo tanto, todos mis días deben ser como si fuera el último respecto del pecado.

Debo mantener mi estado de gracia; debo estar reconciliado con Dios lo más frecuente que sea posible. “También vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre.” Orar, esa es la clave: permanecer en oración constante con Dios nuestro Señor.

Igual que Él lo hizo como hombre, permanecer orando al Padre. Pedir su Santo Espíritu para fortalecernos delante de las ocasiones de pecado.

FRUTO: VOY A ESCRIBIR DOS PROPÓSITOS TANGIBLES Y ALCANZABLES QUE DEBERÁN CAMBIAR MI VIDA, A FIN DE SER UNA PERSONA CONGRUENTE ENTRE LO QUE ACABO DE APRENDER DE JESUCRISTO Y LO QUE DEBO HACER COMO UN DIGNO SEGUIDOR DEL SEÑOR.

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ORACIÓN A MARÍA: Madre Santísima, que has quedado por Mandato Divino como protectora de los hombres, te pido tu maternal ayuda a fin de que pueda yo permanecer alerta, obediente y fiel a los designios de tu Hijo y consiga con ello lograr su aceptación.

Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

PADRENUESTRO – AVEMARÍA

En el nombre del Padre + y del Hijo + y del Espíritu Santo.

Amén.

Afectísimo en Cristo de todos ustedes,

Antonio Garelli

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Solo por el gusto de proclamar El Evangelio.



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