LUCANUS (37)

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¡Alabado sea Jesucristo!

 

Ciudad de México, Diciembre 8 del 2016.

 

Veritelius de Garlla, Apóstol Gentil.

(37)

 

Canea, Creta 

Iulius XXIX

 Año XX del Reinado de Tiberio Julio César

 

LUCANUS

Sóstenes Kirítis tiene un verdadero palacio en Canea; es una construcción muy nueva con lo mejor de los edificios griegos y romanos; tiene de todo, hasta de lo que uno no puede imaginarse.  La habitación en donde yo he pasado la noche es lo más confortable que haya yo disfrutado alguna vez; mármol, granito, madera, vidrio, telas, tapices; todo, absolutamente todo de finísima calidad.  Es difícil imaginar algo mejor; probablemente vaya a exagerar, pero esto es igual ‘o mejor’ que Capreæ mismo.  Es de dos plantas con un inmenso jardín al centro  con estatuas marmóreas de los Césares, cual ‘vero romano’; la parte inferior, es ‘socialis’; la superior ‘familiaris’.  Tiene más de treinta habitaciones en cada planta y todas están adornadas a luxus maxîmum.

 

Además, hay sirvientes para cada cosa y, o son diferentes en cada caso, o todos son iguales pero les visten distinto dependiendo del servicio que nos presten: hay los que atienden las thermas individuales o colectiva; los que preparan las camas; los que vigilan el sueño del huésped, los que sirven el ientaculum en la habitación a primera hora de la mañana; sirvientes para todo, uno solo tiene que mover los ojos y aparece alguien de este exclusivo ejército de paz y servicio.  Pax Romana en las provincias, más aún cuando se hacen negocios suculentos con el mismísimo César; este hombre debe ganar centenas de millares de ‘aureus’ por la fabricación de liburnas, galeras y navis mercantes para el Imperio.  Así lo atestiguan sus muelles.

 

No hay dianas de vigilia, porque no se necesitan; por los pasillos del palacio, un campanerus recorre todas las habitaciones señalando con una pequeña campanita  el principio de las horas a los vigías en cada puerta, y dependiendo del huésped, éste actúa o no.  En mi caso, para la cita que Sóstenes ha arreglado con Lucanus de Antioquía, a la segunda hora de la mañana, se presenta el vigía y me avisa la hora y mi compromiso; Tadeus, que ya se encuentra en mi habitación, voltea a verme con cara de ¿qué es esto?, pues para nosotros esta atención es innecesaria, además de superflua; no dudo que otro tipo de personas, nuestros senadores, por ejemplo, sí requieran estos recordatorios.  En la militia, cada hombre de servicio realiza más de diez actividades diferentes, además de cuidar por su vida cuando nos atacan.  A parte de todos estos luxus, que espero nunca acostumbrarme a ellos, algo que sí debo empezar a asimilar, es a la cantidad tan grande de gente joven que no está en el Ejército Imperial; esto habla muy bien de lo que durante cuatro generaciones hemos logrado en Roma y muchas de sus Provincias aliadas: Pax, Iustitia, Tranquilitâtis.

 

En punto de la segunda hora, bajo junto con Tadeus al salón en donde conversaré con Lucanus, atendiendo las diligencias de Sóstenes. El hombre ya está esperando en el lugar (un punto a su favor, es puntual), está perfectamente limpio y arreglado (otro punto a su favor, es cuidadoso) y es joven (debo decir que otro punto a su favor, pues seguramente me subsista).  Veamos qué tiene adentro:

–        Tribunus Legatus Veritelius de Garlla; se adelanta a recibirme en el pasillo, en donde nos detenemos un momento, es un inmenso honor conocerle personalmente, mi nombre es Lukkas y soy oriundo de Antioquía, en la  Provincia Romana de Syria.

–        Estás muy bien recomendado por nuestro amigo común, Sóstenes, quien me ha dicho de tu interés por que platiquemos. ¿Dime Lucanus, qué podríamos tener de interés común?, inquiero al joven, en tanto nos encaminamos al salón.

–        Soy médico de profesión; de madre griega y padre fenicio; ella cree ser de la diáspora judía en Asia Menor y él siempre relacionado con la militia, ahora sirviendo para los romanos como medîcus en campaña; siendo de él de quien aprendí a curar enfermos.  Hace diez días estuve en Apollonia, en donde conozco y trato por mi oficio a mucha gente con diversos males y dolencias; supe de su estancia en ese lugar por Simón de Cyrene, a quien también conoció Usted allá y quien me habló de su fascinante ‘proiectus’: “El Christus Mandatus”.

–        Bien, Lucanus, interrumpo al hombre, nosotros no necesitamos un médico dentro del grupo; y espero no requerirlo nunca.

–        Tampoco yo deseo que Usted lo necesite alguna vez, Tribunus Legatus, pero no son mis conocimientos de medicina lo que me anima acercarme a Usted, sino mis estudios sobre el pueblo Hebraicus y sus costumbres.  Mi madre siempre hablaba de ellos, pero desafortunadamente sabía pocas cosas, pues en su familia fueron apartándose de sus costumbres.  Un día me pidió que investigara acerca de sus antepasados y ello ha motivado una pasión en mí por conocerlos.  Tengo cientos de ‘papirus’ escritos de los estudios que he realizado; pues frecuentemente viajo para atender enfermos entre Antioquía y Apollonia, un trayecto que cubro dos veces al año, y el cual aprovecho también para mis indagaciones.  Ahora solo traigo conmigo los rollos referentes a “Las Cronologías del ‘Mashiaj’ Iudaicus”, en el cual Simón me ha ayudado enormemente, como Usted podrá imaginar.

–        Sí, me imagino bien, le contesto mostrando un  poco más de interés por lo que me ha dicho; y seguramente lo que has escrito está en griego y yo ni lo leo, ni lo hablo, ni lo entiendo, Lucanus.

–        No, Señor, ni lo necesita; pero yo sí y además domino el latín y el arameo.  Si Usted me lo permite, puedo enseñarle lo que he hecho; por ejemplo, las relaciones que hay entre los oráculos o profecías de Isaías y Jeremías y el ‘Mashiaj’, quien pudo haber sido Iesus Nazarenus.

–        ¡Vaya, eso sí puede ser interesante Lucanus!, animo al joven hombre en su planteamiento, veamos qué tienes.

 

Este es otro ‘caído desde el cielo’, enviado por ‘alguien’ interesado en el “Chistus Mandatus’.  Por supuesto que le voy a aprovechar; con todas las ‘casualidades’ que se me han presentado últimamente, sería tonto que no le escuchara con interés.  Le ordeno a Tadeus que traiga de inmediato a Nikko Fidias, para que se integre con nosotros en el asunto. 

 

Lucanus es rubio, con el pelo dorado como si fuera teutón, con ojos color celeste, de mediana estatura, delgado, y con unas manos tan largas y delicadas, que parecieran de cerámica; su pelo es muy recortado y se afeita como romano, parece un Adonis, pero éste no se ha casado y a sus treinta y tantos años, dice que por ahora solo piensa en sus investigaciones; que no las va a dejar y que no quiere por ello, hacer una familia infeliz.  Trae una túnica de lino crudo y una toga con mangas de muy buena calidad, lo que me hace preguntarle si es en eso en lo que gasta sus ganancias:

–        No, Señor, esta ropa me la ha dado Sóstenes; me dijo que de ninguna manera podría usted verme con los harapos que traía; los cuales, por cierto mandó quemar. Contesta el joven médico con una sinceridad casi infantil, que a mí me hace reír de buena forma.

 

Ya todos reunidos y con los papiros extendidos sobre una mesa, él empieza a explicarnos sus indagaciones y durante dos horas seguidas, no deja de hablar ni siquiera un instante.  Realmente conoce el tema y sí, verdaderamente le apasiona.  Tanto Nikko como yo estamos absortos con lo que nos explica y más de una vez nos volteamos a ver con gran incredulidad y admiración por sus conocimientos.

–        Muy bien, Lucanus, me has convencido; te voy a decir qué es lo que quiero que hagas en el “Christus Mandatus”:

      Vas a investigar y a escribir acerca del Evangelio de Iesus Nazarenus, el            Christus, como para que lo entendamos todos, aún los que no seamos    ‘iudaicus’ y nunca hayamos tenido nada que ver con el pueblo hebreo.        Que todo lo que digas sea verdad; y si no es posible comprobarlo,       entonces        no lo escribas.

1.      Investigarás los orígenes de Iesus Nazarenus, su genealogía, su nacimiento y su vida antes de ser Ungido como el ‘Mashiaj’.

2.      Su preparación y las cosas que sucedieron antes de su Ministerio.

3.      El Ministerio de Iesus Nazarenus en Galilea.

4.      Su último viaje a Hierosolyma.

5.      Su Ministerio en esa Ciudad de David.

6.      Su Pasión: Traición, Prendimiento, Juicio y Muerte.

7.      Su Resurrección, Apariciones y Ascensión a los cielos.

            No vas a escribir en rollos, sino en hojas de papiro y solamente por una cara, para que no haya errores en la lectura de cuanto escribas.  Lo    redactarás en griego, que es tu lengua materna, y nosotros lo        traduciremos al latín. Vivirás en Palestina, especialmente en Galilea,      en        donde te contactarás con los Discípulos de Iesus Nazarenus, quienes           serán tu fuente de información y desde donde me enviarás remesas          mensuales de tus escritos.

            Todo cuanto escribas será revisado y autorizado por Los Doce      Apóstoles, o quien ellos decidan; nada será dejado a suposiciones ni a           juicios temerarios; siempre habrá de ser la verdad: diáfana, entendible y          contundente; sin filosofar ni interpretar, sino solamente narrando lo dicho             y hecho por Iesus Christus Nazarenus en su vida.

            Nada más harás; ni curar enfermos, ni predicar sobre estas cosas, ni       tomar partido en reivindicaciones o acusaciones de ninguna especie; solo     investigarás y escribirás.  Habrá muchas otras asignaciones para ti, pero ahora ésta es la única que tendrás.

            Te entrego mil ‘aureus’ para cuanto requieras; todo cuanto gastes te      lo        repondré de ellos y te pagaré además, cien ‘aureus’ por cada hoja           que me           envíes. Cuando termines tu trabajo, si éste es aprobado,    quintuplicaré lo       que hoy te doy.  Vivirás con salvoconductos que yo te           daré y facilitarán tu         labor en todo el Imperio Romano; con ello podrás     hacer y ordenar que se      haga, más de lo que siquiera hayas imaginado.

            Que te quede claro, Lucanus, no estás haciendo esto por dinero, sino para         la posteridad; pero no quiero ni que tus necesidades, ni que tu ambición, distraiga la tarea más importante de tu vida: ESCRIBIR SOBRE EL          EVENGELIO DE IESUS NAZARENUS, EL CHRISTUS, según la        perspectiva clara y sin tendencias, de Lucanus de Antioquia.

            Nadie jamás deberá saber que haces esto porque yo lo he indicado; la    orden no es mía, en todo caso es del Hijo de Dios.

            ¿He sido claro en lo que he dicho, Lucanus?, ¿Tienes alguna duda al       respecto?, ¿No estás de acuerdo con algo?

–        Ha sido muy claro, Tribunus Legatus Veritelius de Garlla y nada tengo que preguntar sobre el asunto; le agradezco a Dios y a Usted que me haya aceptado dentro de su muy selecto grupo.

–        Lucanus de Antioquía, a partir de hoy tienes un objetivo dentro del “Christus Mandatus”, si lo cumples, la Historia te lo reconocerá con su memoria; si lo incumples, con tu vida pagarás; y yo seré quien lo cobre.

      ¡Ave Tiberius Iulius Cæsar, Imperator Maxîmum!, digo con todo ahínco.

–        ¡Alabado sea Dios!; contesta el emocionado hombre.

 

Le doy también las indicaciones pertinentes para que esté reunido hoy mismo con todos nosotros, en la primera cena de revisión de resultados del grupo, antes de llegar a Capreæ y ser calificados por el Emperador.  Lucanus es otro de los ‘reclutados’ para el “Christus Mandatus” que ha llegado a nuestro grupo enviado ‘por quién sabe quién’; llegó en el momento ideal, ante la persona idónea, con la propuesta requerida.  Nuestro proiectus se está convirtiendo en el lugar más deseable en donde se quiera estar; con la gente más entregada con la que se pueda contar; y con la meta más ambiciosa que se pueda desear.  Eso es lo que después de muy corto tiempo podemos entregarle al César, una realidad que puede llegar a crecer tanto, como nada haya sucedido antes en el Imperio.

+  +  +

Afectísimo en Cristo de todos ustedes,

 

Antonio Garelli

 

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