PENDIENTES EN ROMA (14)

Posted on at


¡Alabado sea Jesucristo!

 

Ciudad de México, Junio 23 del 2016.

 

Veritelius de Garlla, Apóstol Gentil.

(14)

 

Roma, Augusta; Urbe del Orbe

Iunius XXIV

Año XX del Reinado de Tiberio Julio César

 

PENDIENTES EN ROMA

Ni siquiera oí la diana del final de la cuarta vigilia, lo que me ha despertado es el bochorno provocado por el calor de la habitación; Roma en estos meses suele aumentar todas las temperaturas: la del medio ambiente, la de los problemas políticos con el populus, la de la tensión entre el Senado y los representantes del Emperador, todo se pone ‘a punto de ebullición’ en La Urbe.  Y a pesar de la salida de los magnates y ricos comerciantes hacia sus casas de verano, buscando la brisa de las costas, mucha gente llega a Roma tan solo para admirar sus impresionantes edificios, templos y construcciones.  La Magna Polis, como la llaman los helénicos, se llena de visitantes de primera ocasión o eventuales, que hacen muy difícil la estancia en la ciudad; los alimentos suben de precio, el agua escasea, los incendios se salen de control, todo lo inusual sucede en el verano romano.

–        Buen día, Señor, me dice Tadeus cuando entra a mi habitación, a dormido Usted placenteramente, Tribunus Legatus, tanto es así, que no me atreví a despertarle a la hora acostumbrada.

–        Por supuesto que has hecho mal Tadeus, le respondo, con tanto trabajo que tenemos que hacer no me puedo dar el lujo de dormir mucho tiempo.

–        Hay razón en ello, Señor, pero también tiene que descansar; y el baño y los masajes de ayer le fueron muy provechosos.  Además, su trabajo más importante es pensar, decidir y ordenar, y eso solo se hace bien si uno está ecuánime y sereno; los últimos días no han sido precisamente eso, Tribunus Legatus.  Hoy solamente túnica y toga, Señor, todo podrá ser atendido aquí en Villa Veritas y además el calor es sofocante; ya he citado al escribano para los citatorios que Usted enviará a la gente de Iudae; después del desayuno, que será con el General Domiciano Alves, quien quiere mostrarle los registros que encontró de Los Macabeos, que Usted pidió; también tiene que atender las misivas que han llegado de Villa Garlla y de los emissarii del Fariseo Misael de Cafarnaúm, y responderlos, si desea.  Al principio de la cuarta vigilia he enviado un mensajero de galope a Villa Garlla, para avisarles de nuestro próximo arribo.  Hay además tres hombres con corceles frescos que pueden salir de inmediato, Señor.

–        Muy bien Tadeus, agradezco tu interés y prestancia, le respondo.

 

La pérgola del domus de Villa Veritas que ve hacia el jardín y las fuentes, es uno de los sitios más placenteros de esta mansión; cuando vivía con mi familia aquí, pasábamos mucho tiempo juntos en este lugar.  El desayuno es fuerte pues no se hará otra comida hasta la cena, que será a la hora doceava con los Centuriones en prácticas en la Villa.  Me acompañan Tadeus, Domiciano y el senador Toribio Cunes, aquél con el que estuve en Florentia, quien ha pedido una audiencia urgente, desde el día de mi partida a Capreæ.

 

El repote de novedades militares que me rinde Domiciano Alves, no tiene asunto que responder de inmediato; todo en orden.

–        Esta gente, Tribunus Legatus, –me dice el experimentado guerrero – son algo digno de estudio militar, Señor.  Estuvieron ligados a Roma desde hace más de dos siglos, en sus luchas libertarias de independencia contra el reinado sirio de los Seléucidas, en donde la República les ayudó con armas y provisiones.  Sus dirigentes, muchos de ellos muertos en combate, otros ejecutados, algunos más asesinados, son: Matatías, Judas, Jonatán, Simón, Juan Hircano, Aristóbulo, Alejandro Janeo, Salomé Alejandra, Hircano II y Aristóbulo II.  Hay muchas historias y leyendas de ellos narradas en los libros de la Torá Judía, que se conocen como Gabne Makabá, (Historia de los Macabeos). 

      Terminaron su existencia como gobernantes y patriotas judíos, durante el          quinto año del reinado de nuestro Divino Emperador Octavio César      Augusto.  Les sucedió en el trono Herodes el Grande, padre del actual        Tetrarca de Galilea y Perea Herodes Antipas.  Muchos de los revoltosos       que ahora luchan contra Roma, como los zelotes, por ejemplo, se dicen   descendientes de los héroes Macabeos de hace dos siglos.

–        ¡Excelente, Domiciano!  Excelente trabajo; no sabes cuánto me ayudará en esta nueva comisión que me ha asignado Tiberio Julio César.  Te agradezco mucho tu empeño y dedicación.

–        Gracias Tribunus Legatus; esto ha sido solo un resumen de tres tabulae escritas por mí mismo que aquí le entrego.

 

Nosotros hemos terminado de desayunar y el Senador Silvio Bequani aún no ha llegado; yo solo se justificaría su retraso si viene desde Florentia, algo que no creo, realmente.  Así son estos hombres, viven su propio tiempo, en su propio mundo, con sus propias prioridades; tal parece que Roma debiera esperarlos cuando ellos se detienen y apurarse cuando ellos avanzan.  Estoy seguro que si la República hubiese durado cien años menos, el Imperio sería en este momento dos veces más extenso.  Nuestro ‘queridísimo’ Senado Romano, “populus et imperator calcaris”; (acicate del emperador y del pueblo).

–        Tadeus Tarquinii, tu invitado no llega –le digo al fiel soldado– y no puedo esperarle más, tráeme las misivas que he de atender, por favor.

–        Al instante, Tribunus Legatus.

 

Han llegado dos misivas de los emissarii, la primera de Ariminum, la segunda de Aternum; siempre rumbo Meridional. Se dirigen a Achaia, a Asia o a Palestina. Esto no me gusta nada, pues en tanto ellos viajan al Meridionalis, nosotros lo haremos al Septentrio, lo que significa que nuestras comunicaciones se espaciarán más días entre envío y recibo.  Si ellos viajan en ese sentido ciento cincuenta millas y nosotros trescientas, perdemos cuatro días completos de mensajes, lo cual, por supuesto, no es conveniente.  Por el momento, nada puedo hacer; voy por mi familia a lo más septentrional de la Italia, para llevarla a lo más meridional en que hayamos vivido.  Las misivas dicen:

 

¡URGENS!

 

Ariminum, Umbria, Iunius XX, del

 Año XX del Reinado de Tiberio Julio César

        

         Tribunus Legatus Veritelius de Garlla:

                  

         Informamos desde Ariminum que navegamos junto con el Fariseo Misael de     Cafarnaúm hacia Athenæ, sin identificación de su parte.  No hemos hablado con       él. Siguiente parada será  Aternum.  Emissarii seguiremos en navis hasta recibir     orden de abandono.  El probable nuevo destino podría ser Barium.   Ordénenos.

 

¡Ave César!

Ícaro y Galo, Emissarii

 

Esa fue la primera; ahora la segunda:

 

 

Aternum, Picenum, Iunius XXII, del

 Año XX del Reinado de Tiberio Julio César

        

         Tribunus Legatus Veritelius de Garlla:

                  

         Informamos desde Aternum.  XXI Iunius en mar, por ello falta de informe.     Contacto con Fariseo Misael; viaja solo.  Hemos dicho vamos a Athenæ.           Confirmado, él también.  Itinerario será: navegación de Barium a Brundisium, a Petras, a Corinthus.  Cabalgando a Esmirna, embarque a Pireus, por tierra a          Athenæ.  Hemos ofrecido compañía hasta destino final; gustoso ha aceptado.           Esperamos órdenes.

¡Ave César!

Ícaro y Galo, Emissarii

 

‘Algo’ me decía que deberíamos seguir a este hombre; pero necesito más datos de él y de su viaje.

Roma, Augusta; Urbe del Orbe, Iunius XXIV, del

 Año XX del Reinado de Tiberio Julio César

                                          

         Emissarii Ícaro y Galo:

                  

         Información Iunius XX a XXII recibida.  Proceder correcto.  Continúen          con pesquisa.  Individûus importante; comisión de Emperador relacionada          con pueblo judío.  Conocerlo mejor: sus antecedentes, su familia, su trabajo.         ¿Qué  hará después de Athenæ?  Todas sus misivas enviarlas por liburna del César a Insûla Capreæ a mi nombre a “Novus Villa Garlla”; baste esta misiva para tal hecho.

                                                                  ¡Ave César!

                                               Tribunus Legatus Veritelius de Garlla

 

Entrego la misiva a Domiciano para su envío inmediato y urgente a Brundisium, cuando finalmente, al mediodía en punto, como si a esa hora empezara el día para trabajar, se presenta el Senador Silvio Bequani; veremos qué se le ha ocurrido ahora:

–        ¡Magníficus Tribunus Legatus Veritelius de Garlla!, así se presenta diciendo, ¡Qué gran gusto volver a saludarle!; aquí estamos, cumpliendo tal y como lo ofrecimos, visitarle este día; (de ese tamaño llega a ser el descaro), visita de cortesía solamente, concluye. Yo volteo a ver a Tadeus, quien cambia el color de su semblante de inmediato.

–        Senador Silvio Bequani, es un honor tenerle en Villa Veritas (lo cual es cierto, pues muchos senadores no se atreven ni siquiera a venir a este lugar; probablemente el espíritu del anterior dueño todavía los acosa); pero, dígame, a qué se debe su inesperada visita.

–        Ya nos hemos enterado (esto es otra cosa que no soporto de los políticos: aunque anden, digan y decidan solos, siempre hablan en plural; como si valieran más de uno), todos estos días en la Capreæ Imperialis Insûla, allá a donde solo los privilegiados pueden acceder; me dice sarcástico.

–        Entonces Usted es un privilegiado, Senador, pues en breve estará por aquellos distantes lugares de Roma; y no lo digo por lo alejado que está la isla, sino por lo poco que se oye de la Urbe en esa pequeñísima porción de tierra del Imperio. Le contesto seriamente.

–        ¡Qué buena noticia me da, Tribunus Legatus; aún no recibo la invitación del Emperador!, vuelve el cinismo a aflorar.

–        No será el Divino Tiberio quien le invite esta vez, Senador; le invito yo.  Tendremos una reunión el próximo Septem IV, en Novus Villa Garlla en Capreæ, para revisar el involucramiento de su Comisión, y esta idea suya de “Una Sola Religión para el Imperio Romano”.

–        Mi querido Tribunus Legatus, me interrumpe el hombre, por eso mismo estoy aquí, para ofrecerle una disculpa personal por el desagradable acontecimiento en Florentia, con el Fariseo Misael de Cafarnaúm; verá Usted, estos iudarum son un poco raros y a veces no se fijan en lo que dicen.  A mí me dio pena ajena lo sucedido.  ¡Fue terrible, Tribunus Legatus!  –continúa el magistrado sin cesar de hablar –, yo no tenía idea de que algo así pudiera ocurrir; por favor, acepte mi disculpa.

–        Aceptada está Senador Cunes y no era necesaria; le respondo, sin embargo, quiero decirle que el misticismo de ese hombre me llamó mucho la atención, dígame, ¿Usted le conoce?

–        Sí, Señor, desde hace muchos años.  Nos conocimos en Athenæ, donde vive y estudia la philosophía de los helenos de hace quinientos años.  Es hijo de un acaudalado comerciante de Cafarnaúm, en Galilea,  jurisdicción del Tetrarca Herodes Antipas; es hermano de un ex Recaudador de Impuestos del Imperio Romano en esa zona (la más rica después de Hierosolyma), que se hizo ‘discípulo y apóstol’ de Iesus Nazarenus, el último ‘Mashiaj’ o ungido que ha aparecido entre ellos.  También les llaman ‘Profetas’, y han tenido decenas de ellos en su historia.

–        Sí, sé de ese hombre; al que mandó crucificar Poncio Pilatus, en un artero acto de prepotencia asesina, le interrumpo aprovechando la pausa.

–        ¡Tribunus Legatus Veritelius de Garlla, esas son palabras sumamente fuerte viniendo de Usted!, me dice sorprendido el prelado.

–        Sí, lo son; y pronto serán justificadas. Le contesto con severidad.

–        Mire Usted, todo eso se aclarará cuando nuestro Supremus Imperator asigne la persona que se encargue del caso.

–        Ya lo asignó, Senador Silvio Bequani; yo seré el plenipotenciario del caso.

–        ¡Esta sí que es una noticia sensacional!, Tribunus Legatus. ¡Nadie mejor que Usted para desempeñar tan elevada Magistratura!, me dice absoluta-mente sorprendido. ¡Al fin se hará justicia en tan malvadas tierras!

–        No estoy seguro de que sea el mejor hombre que haya podido escoger el Divino Tiberio, es probable que no haya habido otro; pero lo que sí puedo asegurarle es que en este mandato se aplicará el rigor de nuestra Honoris, Legis, Iustitia, del Imperio Romano.  Además, le advierto, el caso siempre será confidentialis.

–        Me alegro mucho por Usted, Tribunus Legatus; y por Roma y su Imperio.

–        Bien, Senador, pues ahora ya lo sabe y sigue siendo confidencial.  Por el bien de esa expresión tan suya de: “¡Al fin se hará justicia en tan malvadas tierras!”, dígame qué más debo saber de este asunto.

–        ¡Muchísimo más Tribunus Legatus!, pero necesito horas para contárselo.

–        Pues empiece con las próximas tres, Senador Silvio Bequani, le digo.

–        Sería mejor que hablara Usted con el Senador Flavio Nalterrum, Tribunus Legatus, él podrá informarle mejor; me responde el evasivo político ante la insistencia.

–        El Senador Nalterrum ya pertenece a este grupo del “Christus Mandatus” integrado por Tiberio César, ¿Usted no quiere participar ante mi invitación expresa, Senador?, contesto cerrando el camino de  escape.

–        Por supuesto, Tribunus Legatus, por supuesto que me agradaría apoyarle en esta importantísima misión; si Usted así lo desea. Y una vez sintiéndose seguro, prosigue.

      Continúo lo que le decía acerca de estos iudarum: el principalis es un tal           Simón Pedro; este es un humilde pescador que ha sido dotado de una          Fuerza Divina que le permite hablar en la lengua que él desee o necesite y        en el momento que lo requiera; que realiza actos milagrosos –como los que efectuaba su Rabbuni, o sea Iesus Nazarenus – y que tan solo con     tocar a los enfermos, los sana de sus males.  Ya ha convencido a miles de súbditos del Imperio a que se unan a él para el ‘establecimiento del Reino    de los Cielos en la tierra’, razón ésta por la que Iesus Nazarenus fue            juzgado por el Sanedrín Judío y el Procurador Poncio Pilatus.  Además de        ellos dos, Simón Pedro y Leví de Cafarnaúm, existen otros diez llamados             “Apóstoles” o del grupo de Los Doce.  No recuerdo todos sus nombres,       pero hay gente de todas las idiosincrasias de esa convulsiva          región: igual            hay zelotes que ptoloméicos, pobres que ricos, cultos e iletrados, prominentes       y desconocidos.

Así siguió el magistrado hablando sin cesar durante más de dos horas, hasta que se presentó Tadeus para recordarme la cena con los militares ubicados en Villa Veritas.

–        Permítame invitarle, Senador Silvio Bequani, y no desprecie mi interés, a la convivencia y cena que debo encabezar en los salones de la Villa; además de que los manjares son ‘pinguis’, usted nunca se ha encontrado tan solo en medio de tantos Legionarios de Clase y además tan seguro de que todo el mundo le salude sincera y gustosamente.  ¡Aprovéchese!, le animo.

–        No me ha dejado ninguna opción Tribunus Legatus.

Este hombre puede ser mis oídos dentro del Senado; si bien la voz será el Senador Nalterrum, o el mismo Tiberio Julio César (que no lo creo),  él podría apoyarnos con iniciativas que redunden en beneficios de convivencia política en el Imperio.  Todo el crédito estará en manejarle bien; hasta hoy, las cosas llevan buen camino.  Para esto sirve la Grandeza de Roma, para que todos seamos Operâris, opêras,  operândum; y la Gloria del Imperio dure por siglos.

+ + +

Afectísimo en Cristo de todos ustedes, 

 

Antonio Garelli

 

 

También me puedes seguir en:

www.demilagrosydiosidencias.blogspot.mx

Solo por el gusto de proclamar El Evangelio.



About the author

160