SILVANUS (38)

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¡Alabado sea Jesucristo!

 

Ciudad de México, Diciembre 15 del 2016.

 

 

Veritelius de Garlla, Apóstol Gentil.

(38)

 

Canea, Creta

Iulius XXIX

 Año XX del Reinado de Tiberio Julio César

 

SILVANO 

El siguiente ya se encuentra esperando, es Silas, el Cretense, Ius Latii Romano, de apenas veinticinco años de edad; otro apasionado de los iudaicus, sin serlo él mismo, que se ha enterado del “Christus Mandatus” y quiere colaborar con nosotros.  Tadeus lo hace pasar al salón en donde estamos reunidos, habiendo despedido ya a Lucanus:

–        ¡Ave César!, Tribunus Legatus, Veritelius de Garlla, me honra saludarle personalmente y le agradezco me reciba en audiencia, espero no desperdiciar su valiosísimo tiempo; me dice muy propio el joven cretense.

–        ¡Ave César!, le devuelvo el saludo; preguntándole el por qué del respeto en el saludo romano y en cambio su negativa de asistir a la cena de nuestra llegada ofrecida por Sóstenes, su coterráneo.

–        Perdóneme si le he ofendido con ello, Tribunus Legatus, pero la verdad es que en las anteriores reuniones en que he estado, no me ha ido muy bien con los romanos; sin embargo, ya veo que también hay Legionarios prudentes en el comer y beber, como Usted, Señor, por lo que me apena mucho no haber estado presente.  Nuevamente, por favor, acepte mis disculpas; me dice el joven verdaderamente apenado.

–        No tienes que disculparte, Silvano, a mí no me has ofendido; solo que me pareció extraño que alguien que no quiera convivir con nosotros en las celebraciones, salude tan ‘propiamente romano’ como tú acabas de hacerlo; le digo para suavizar su malestar, sin lograrlo, pues me dice:

–        ¡No, Señor, no es que no quiera convivir con romanos!; yo amo a Roma y a su Imperio; creo que es lo mejor que le ha sucedido a la humanidad en toda su existencia; lo digo de verdad, no como parte de mi disculpa, sino porque estoy convencido de ello, Tribunus Legatus, agrega contrariado el robusto joven y continúa, mi real problema es que como y bebo mucho menos que cualquiera de Ustedes y termino en muy malas condiciones, Señor, lo que me apena aún más. Ante tal sincera confesión, no puedo hacer más que reír junto con Tadeus.

–        Bien, Silvano, en ese caso sigue apartándote de los romanos. Le digo todavía sonriendo.  Dime, Silas, ¿qué sabes de nuestro ‘proiectus’ y por qué Sóstenes quiere que te incorpores a él?

–        Tribunus Legatus, he viajado por todo Achaia y Macedonia; por Asia Menor, Palestina, Egipto y Cyrenaica, haciendo negocios con los ‘isrelis’, a los que compro y vendo telas; son los mejores negociantes que conozco, más hábiles aún que los fenicios.  Me tocó estar en Hierosolyma cuando llegó Iesus Christus a la ciudad, para celebrar la última Pascua que vivió. Fue tal la algarabía que armaron allá, que yo estaba seguro que era el ‘Mashiaj’ liberador y conquistador que todos están esperando, Señor; pero no fue así, según me ha explicado Simón, uno de los Doce Apóstoles, a quien conocí en Iudae; y a quien mucha gente identificaba como el ‘Comandante de la Milicia’ que reuniría Iesus Nazarenus para combatir al Imperio, pues él tenía antecedentes con los zelotes.  A mí me encantan sus tradiciones y costumbres, así como la forma de su religión, Tribunus Legatus. Me explica el joven Silas.

–        Dime, Silvano, ¿para qué nos sirven tus contactos con los iudaicus y el conocimiento que de ellos tienes en el, “Cristus Mandatus”?, le pregunto.

–        Toda la comunidad judía de la diáspora en Achaia, Macedonia y Asia Menor, que por cierto es muy numerosa, se está dividiendo en función de Iesus Nazarenus, Tribunus Legatus; y aún entre ellos, entre conversos y prosélitos iudaicus, ya no se quieren tratar directamente, pues ambos se consideran blasfemos, bien sea a las costumbres anteriores o a las nuevas formas de los Discípulos del Christus.  Mejor aceptan la mediación de un ‘gentil’, alguien que no es ‘iudaicus’, como yo, que verse entre ellos para tratar asuntos que los relacionen, especialmente negocios.  El ‘Christus Mandatus’ necesariamente tocará a ambos bandos y es bueno que Usted tenga alguien que los pueda identificar y relacionarse con ellos.

 

Silvano es un hombre corpulento, de piel quemada por el sol, de ojos color miel que reflejan como centellas toda la luz que reciben.  Uno podría decir que es un auténtico isrâêli por sus angulosas facciones, a pesar del tamaño que tiene; me imagino con él al Sansón de las Historias de la Biblos Hebraicus que estamos leyendo.  Sí, tiene mucha razón en lo que ha manifestado, si en algún lugar se pueden dar confrontaciones entre esta gente, será en ese tipo de ciudades y comunidades, en donde la colonia de iudaicus es numerosa.

–        Dime Silas, ¿en qué lugares se encuentra esta situación?, le pregunto.

–        En Corinthus, en Athenæ, en Tesalonik; en Neapolis y en  Ephesus; eso en el Mare Ægeum. Pero también en Antioquía, Iconio, Listra y Tarso, de donde es Saulo, el discípulo del Gamaliel, que no quiere a los de las nuevas creencias. Y por supuesto, Hierosolyma y Alexandria.  Debo decirle, Tribunus Legatus, que después de estas dos ciudades, Roma es la ciudad con más Iudaicus en todo el territorio del Imperio.

 

Estas sí que son noticias sorprendentes, y este hombre realmente conoce a la gente con la que tarde o temprano tendremos contacto.  Silas será un hombre más que incluiremos en el “Christus Mandatus”; otro ‘caído del cielo’ que vamos a aprovechar.

–        Bien, Silvano, vamos a empezar a trabajar juntos.  De ahora en adelante los viajes que hagas para atender tus negocios, no te van a costar; los harás en las liburnas de correo del César entre esas ciudades. Igualmente podrás utilizar ese servicio para enviarme la información que yo requiera o que tú tengas.

      Vas a integrar una tabulae por cada ciudad o pueblo en donde la             comunidad de ‘iudaicus’ sea muy numerosa o bien muy poderosa      económicamente.  Quiero que me listes en ellas los nombres de los veinte   hombres hebraicus más importantes; su negocio; sus posibles contactos       en        otras ciudades y sus parientes; no importa su bando, si tradicionalistas o          liberales, o aún si fuesen indiferentes.  Los datos habrán de ser verdad       en        todos los casos, a una sola comprobación de falla por mis hombres      encontrada en tus registros, se termina nuestra relación.  ¿Está entendido,            Silas?  Cuando tengas la información, pactamos tus ganancias.

–        Gracias, Tribunus Legatus Veritelius de Garlla, será un honor trabajar para Usted en el “Christus Mandatus”.

–        Una última cosa, Silvano; le digo al joven cretense;

–        Dígame, Señor, dice él con toda propiedad.

–        Nunca más te rehúses asistir a una celebración romana; menos aún si a ella concurren altos jefes militares del Imperio Romano; por más que te saquen arrastrando de borracho, asistirás a ella.  ¿Está claro, Silas? Le digo riendo casi en mofa.

–        Así será Señor; me contesta el joven cambiando de colores en su rostro.

–        Hoy hay una, lo sabes; y allí deberás estar, ¿de acuerdo?

–        Sí Tribunus Legatus, allí estaré con gusto.

 

Durante mis entrevistas, las dos muy largas en función de lo interesante de los hombres de que se trataba, Silenio y Sóstenes han mantenido sus contactos de información respecto de la “Liburna Christina”; también han estado en ellas Tremus y Diófanes, mis expertos en el mar en cuanto a asuntos militares; seguramente en la cena tratarán algunos de esos asuntos conmigo.  Para mí, la navis se ha desempeñado muy bien, inclusive en la tormenta que nos tomó por sorpresa cuando llegábamos a Cesarea de Palestina.  También al César le importará saber nuestra opinión respecto de la embarcación, pues deduzco que todas estas atenciones e interés del naviero, van en ese sentido.

Hace cuarenta y tres días vimos por última vez a Ícaro y a Galo, nuestros emissarii en Athenæ siguiendo al Fariseo Misael de Cafarnaúm, hermano de Mateo, el Apóstol de Iesus Christus; estamos todos a recibirles en el muelle, con gran alegría y satisfacción, pues han realizado un excelente trabajo informando acerca de sus indagaciones y están sanos y a salvo; con lo que estamos completos en el grupo inicial y ampliado del Imperator Proiectus, esto que hoy ocupa nuestras vidas: “El Christus Mandatus”. 

 

Nuestra cena no será ni tumultuosa ni espectacular como la organizada por Sóstenes Kirítis la noche anterior; será propia de la Militia Romana, pero sin los excesos que, como veo, nos hacen ‘tan famosos’. En el salón que nos ha facilitado Sóstenes no hay tricliniums, hay cinco mesas largas: una como cabecera y cuatro perpendiculares a ella.  Caben treinta personas en cada una y solo estamos quienes algo tengamos que ver con el proyecto.  Nadie más.  En punto de la hora onceava del día, ninguno falta en el lugar; y entonces me dirijo a ellos:

–        ¡Soldados Legionarios Romanos! Todos nosotros formamos “La Centuria del Christus Mandatus”, una orden directa de Tiberio Julio César; única en el Imperio no tan solo por su nombre, pues cada una tiene el suyo, sino por sus órdenes, que no son de guerra, sino de Iustitia y Pax. Hasta hoy, más de cien días ininterrumpidos de trabajo en esta misión, me permito informarles que estoy orgulloso de ustedes por los resultados alcanzados. ¡¡Todos podrán hablar de su hacer con gran dignidad; pero más podrán decir del soberbio significado de este hacer!!

            En el futuro, los remerii podrán decir simplemente que remaban en la      “Liburna Christina” y que con la fuerza de todos, la nave se movía aún        que no hubiese viento; o bien podrán decir que parte de su vida, de su       fuerza y sus esfuerzos, los dedicaron a transportar por el mar a la gente             que cumplía una misión única en el Imperio Romano, la cual sin esos       esfuerzos nunca pudo haberse realizado cabalmente.  No solo remaron;      transportaron a los elegidos de éste compromiso.

            Los nautas podrán de forma sucinta sus peripecias marinas y sus habilidades para amarrar, jalar y desamarrar cables y velas para arriba           y          para abajo en muchos viajes realizados; o bien podrán decir que con         sus      capacidades y habilidades aseguraron la continuidad de un esfuerzo             de        grupo que dio como resultado el cumplimiento de los viajes de quienes    fueron escogidos para el “Christus Mandatus”; y que sin ellos   difícilmente   se hubiera logrado éste.

            Los scriptôris de la misma manera, en el futuro contarán acerca de la      gran cantidad de tabulari de papiro que hubieron de escribir en unas     audiencias, entrevistas o reuniones en donde desarrollaban su trabajo al          mando de un Comandante ‘medio loco’; o bien podrán explicar lo             orgullosos que se sienten aún, de haber sido quienes transcribieron para           el         César las primeras líneas de palabras, que alegaron el ansioso corazón       de        nuestro amado Emperador.

            Los Centuriones de mi escolta, esos valerosos hombres de la militia de mi           amado Ejército Imperial Romano, cuando sean viejos y tengan algo que      contar, podrán describir las escaramuzas, las vigilias, los momento   tensísimos y el esfuerzo físico e intelectual que tuvieron que soportar de             un       insensible Superior Militar; o habrán de poder explicar cómo se le da     más valor al Honor, la Ley y la Justicia, a favor de un bien todavía mayor          de estos mismos: el “Christus Mandatus”, algo que no se hubiese        realizado       sin que ustedes le hubiesen protegido.

            Nuestros emissarii, los de ahora, Galo e Ícaro; y los del futuro, en donde            quiero incluir a Lucanus de Antioquía y a Silvano de Creta, a quienes les     presento ahora, los cuales a partir de hoy nos acompañarán en nuestras     campañas; seguramente podrán contar las peripecias que hubieron de             sortear para conseguir y enviar la información que les pedía un fanático           de        los datos, que era su Comandante; pero también estarán en      posibilidades de      magnificar justamente sus labores, diciendo que sin ellos     la toma de     decisiones nunca pudo haberse dado en tan correcta forma             como sucedió.          Podrán decir con orgullo que fueron los Mercurius   humanos del “Christus      Mandatus”.

            Y nuestros Jefes, el Præfecto Silenio Abdera, en el mar; y el Centurión     Legionario Tadeus Tarquinii en tierra firme; estarán en posibilidad de   platicar, e inclusive de enseñar, cómo se planea una campaña sin armas             de        hierro pero con acciones cortantes, tajantes, segmentantes; o bien             podrán           explicar con maestría cuál, qué, cómo, cuándo, quién, dónde y por           qué,    hacer o dejar de hacer; hablar o callar; las penas y las alegrías de         una     misión siempre pensada para la posteridad en base a ellos; y que sin      ellos no pudo haber sido: el “Christus Mandatus”.

            Y a mí, que todas las diosas y dioses romanos me amparen en su seno       porque les he fallado al final del camino, trabajando para sus rivales hebreos: “Ya Havá Wé Hayá”, Iesus Christus y el Sanctus Spirîtus; por   quienes se ha hecho y quienes han pedido que se lleve al cabo el “Christus  Mandatus”, nuestra Misión.

            ¡Centuria del “Christus Mandatus”, hombres todos del Magnus Imperius Romano! Sentíos grandes de cuanto han hecho, ¡¡pero sentíos Magníficus de lo que significó su hacer!!

            Y antes de que me olvide: la paga de este mes de todos es al doble de lo   normal; Veritelius de Garlla paga.

            ¡Ave Tiberius Iulius Cæsar, Imperator Maxîmum!

–        ¡Ave César!, ¡Ave Tribunus Legatus Veritelius de Garlla!, me contestan.

–        ¡Ave César! vuelvo a gritarles a todos.

–        ¡Ave César! ¡Ave César! ¡Ave César! responden ellos.

 

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Afectísimo en Cristo de todos ustedes,

 

Antonio Garelli

 

 

 

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